2022-11-02

Malba

Crítica de "El tiempo perdido", la pasión por Proust de María Álvarez

Desde el año 2001 que Guillermo comanda un grupo de lectores que periódicamente se acerca al Bar La Esmeralda, ubicado en el barrio porteño de Tribunales, para leer, mientras meriendan sentados en una gran mesa armada para la ocasión, los siete tomos que comprende la novela En busca del tiempo perdido. Como en un loop, varias personas, algunas rotan, otras se repiten, leen y releen en voz alta cada una de las páginas que Proust tardó 14 años en escribir.

Álvarez registró entre 2015 y 2019 varios de esos encuentros para construir una historia que tiene dos líneas narrativas. Por un lado el placer por la lectura y por el otro los vínculos humanos que se crean entre las personas con un punto de conexión afín.

La película, que integra junto a Las cinéphilas una especie de díptico sobre lo que generan en el receptor diferentes expresiones artísticas y a partir de eso la conformación de nuevas relaciones en la tercera edad, recupera al personaje de Norma Bárbaro para también generar otro puente de conexión entre ambas obras.

La cámara, que funciona como el ojo voyeur de un concurrente ocasional al bar, observa cada movimiento, cada gesto, cada una de las discusiones que genera la lectura de algún tramo, corriéndose de la mesa solo para seguir observando aquello que los rodea y así proponer una tesis sobre la pasión, tanto por Proust como por la actividad en sí misma, muchas veces relacionada con lo “popular”, como ver un partido de fútbol o ir a la cancha,  y no con el arte en general.

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