2020-01-23
Laberinto
Largo viaje hacia la noche
Antes de los títulos iniciales, un mensaje lanza un desconcertante
aviso: "la película no es íntegramente en 3D, pero invitamos a los
espectadores a colocarse los anteojos cuando también lo haga el
personaje principal". Es una curiosa manera de establecer el primer
contacto con el espectador, de empezar la interpelación directa a los
sentidos que supone la obra de Bi Gan. Desde esos
minutos iniciales, Largo viaje hacia la noche hace gala de una identidad atípica
que se concreta una hora más tarde cuando el personaje principal, Luo
Hongwu (Jue Huang), entra en una sala de cine y se pone los
famosos anteojos. Entonces aparece el título de la película y empieza el
espectáculo: un plano secuencia donde todo es mentira. Es un sueño,
sobre un recuerdo, sobre un pensamiento, sobre otro sueño, sobre la
representación de una imagen, sobre otro recuerdo, otro sueño… y así se
forma un espiral que no termina nunca, pero que construye una película
envuelta de una atmósfera onírica hipnótica, donde se entrelazan los
sueños, los recuerdos y los encuentros en torno a una investigación con
fines de venganza y centrada en un objetivo casi incomprensible.En
la primera parte, ambientada al estilo Wong Kar Wai, se muestra como
el protagonista regresa de la ciudad de Kaili para buscar al asesino de
su amigo Le Chat, pero también a la mujer que amó. En su camino,
encuentra unas pistas, que lo conducen a casas inundadas, a un depósito
y, finalmente, a un túnel que le hará entrar en una dimensión aún más
fantasmagórica donde el espín de una raqueta de ping pong le permitirá a
reunirse con Wan Qiwen (Wei Tang), la mujer que se ha cruzado
en su camino y a quien seguirá para seducirla en un universo nocturno
lleno de escaleras enmarañadas, llamas que indican el camino y
encuentros extraños, donde lo efímero se fusiona con la eternidad. Una
experiencia cinematográfica ineludible, un ser cinematográfico perfecto
en el que el espectador debe sumergirse de lleno esperando pocas
respuestas y buscando su espacio en cada imagen propuesta, en cada idea
lanzada desde su embriagado onirismo. Con Largo viaje hacia la noche, además de
consagrarse definitivamente como el director chino más prometedor,
Bi Gan consigue que el cine entre por la retina y sobrepase
los límites narrativos para apelar directamente a los sentidos.
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