2020-01-16
Circo romano
Al filo de la democracia
En Al filo de la democracia, Petra Costa hace un recuento histórico de
Brasil, recordando el pasado colonial de y la supervivencia de las
estructuras de poder fundadas en el clasismo y el racismo. La llegada de
la democracia y las elecciones son un hito que se presentan como un
hito de la modernidad muy anhelado. Las primeras elecciones, tras una
dictadura que duró 20 años, se celebran en 1989 eligiendo al neoliberal Fernando Collor de Mello, cuyo gobierno estuvo marcado por la recesión económica y la corrupción. En la línea histórica se nos presenta a Lula Da Silva
como un joven sindicalista que se empieza a interesar por la política
al ver como los trabajadores tienen una muy escasa representación en el
Congreso brasileño, asumiendo la presidencia del país el 1 de enero de
2003, siendo sucedido en 2011 por Dilma Rousseff, quien ejerció la primera magistratura hasta el 31 de agosto 2016 cuando fue destituida mediante un impeachment. El documental muestra a Lula y Dilma como
una excepción, como un sueño al que Brasil estuvo a punto de concretar
definitivamente. De ahí su título: Al filo de la democracia. La voz
en off de Petra Costa va trazando interrogantes para cuyas
respuestas se exponen pruebas irrefutables. Obsesiva y escrupulosa, la
cineasta va convirtiéndose en una suerte de investigadora que acierta al
revelar los hechos ocultos del proceso que derivó en el presente de
Brasil.Lo que la cineasta observa y traduce a través del montaje
es la historia de una épica, pero también de un complot conspiratorio y
de intereses personales, de cambios de época en el poder, de traiciones,
manipulaciones, odios y guerra ideológica.Las acusaciones contra Rousseff y Lula se
explican como lo que han sido: un golpe de Estado judicial y
legislativo consumado mediante el uso de leyes e instituciones que, se
suponía, debían ser neutrales.La guerra mediática contra los
líderes de izquierda produjo una reacción que la cámara de
Costa captura y que Al filo de la democracia muestra como una
suerte de espejo en el cual se refleja lo mejor y lo peor de la
democracia del Brasil. El pesimismo final obedecen a la realidad actual,
con el mando del país en las manos de Bolsonaro. Pero,
que va mucho más allá de este símbolo del fascismo. El pesimismo es
insalvable porque el sistema está tan podrido que repercute en pérdida
de fe en la democracia.
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