2018-02-20

El viaje a la adultez

Júlia ist

Julia resuelve viajar hacia Berlín para perfeccionar su educación. Atrás deja a la familia, su novio y amigas. Está segura con la decisión tomada. Sin quebrantarse. Su grupo estudiantil la recibe al instalarse en la ciudad europea.Charlas van y vienen con su novio a través de la notebook. A cada día que pasa, más incomodos se vuelven los diálogos para ambos (pequeño detalle; el espectador se podrá dar un gusto al escuchar y ver hablar catalán en el desarrollo de esas secuencias). La distancia hace merma y la muchacha comienza a confundirse. Lo novedoso que exhibe Elena Martin es la destreza para convertir a esta chica segura, cuidada dentro de su entorno familiar, en la persona más frágil. Sus certezas irán cayendo como efecto dominó. La lejanía provocará esa disyuntiva entre disfrutar los nuevos hábitos o quedarse frente a una computadora a esperar charlar con el novio.Su presunta fortaleza estallará en pedazos, hasta verla transitar perdida por las empedradas calles europeas luego de una ajetreada madrugada bolichera. Probablemente su primera noche sin control. De mujer completa, que puede elegir departamento en Berlín y aprender alemán con soltura, a una niña que extravía las llaves de la puerta. Esta escena habla por sí sola y no necesitamos más certezas para saber que la experiencia le quedó grande.Pero la directora no juzga, ella es protagonista material (interpreta a Julia), y madre en esencia. Sobre todo, Julia experimenta. Se la juega. Y está bien, porque es chica y por eso debe apostar. A veces, pegar la vuelta, es la mejor elección de un viaje al cual le perdimos el rumbo.
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