2017-11-15

Retorno de lo reprimido

Thelma

La historia se presenta en clave de enigma. Comienza propiamente con Thelma (Elli Harboe) ingresando a la universidad. Deja atrás una vida religiosa bastante opresiva, aunque sus padres la siguen controlando a lo lejos con llamadas telefónicas e interrogatorios frecuentes. Casi de inmediato comienza a sufrir ataques epilépticos, marcados por ocurrencias sobrenaturales. Los animales atacan. Los objetos tiemblan. Hay algo a punto de estallar.A la par de su nueva vida Thelma conoce a la sílfide Anja (Kaya Wilkins), de quien se hace amiga y a la que claramente se siente atraída. ¿Es recíproco? Se vuelve difícil separar lo que Thelma fantasea de lo que ocurre realmente, hasta que comenzamos a sospechar que lo que ocurre es exactamente lo que sea que Thelma fantasea.Dirigida por Joachim Trier y escrita por Trier y Eskil Vogt, la película explora a través de una suerte de realismo mágico y ciencia ficción - si tal combinación es posible - el efecto de la represión del deseo en un individuo dotado precisamente con el poder del deseo transformativo. Obviamente la historia funciona en el orden de la alegoría, y el mensaje es que no debemos tenerle miedo a nuestro verdadero potencial, pero también se toma a sí misma en un nivel literal. En un año donde la alegoría ad nauseam sofocó a Madre (Mother!) es bueno ver una historia que utiliza el recurso pero no por ello pierde su valor intrínseco.El atractivo de la trama yace en el singular enfoque de Trier y Vogt, que esencialmente toman lo que Hollywood interpretaría como otro X-Men del montón - otra Jean Grey si se quiere - y narran una historia guiada totalmente por su protagonista, tanto por sus deseos como sus cavilaciones, y entregan algo más parecido al tratamiento que M. Night Shyamalan hizo sobre la autocensura y el poder insospechado con El protegido (Unbreakable, 2000).Otra buena referencia es la francesa Grave (2017), que comparte una estructura parecida (una chica con un trasfondo familiar opresivo va a la universidad y comienza a desinhibirse vorazmente al catar placeres hasta entonces prohibidos). Thelma no posee el humor o el morbo de Grave, y jamás alcanza el nivel de paroxismo de aquella película, pero se alimenta del mismo tipo de bronca y fascinación.
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