2015-10-22

Crítica de "Boogie, el aceitoso": La ciudad del pecado de Roberto Fontanarrosa

Boogie es un mercenario reputado en los ambientes donde impera la ilegalidad y el trabajo sucio. Allí se mueve el capo mafia Sonny Calabria, quien cuando necesita silenciar a Marcia, su ex mujer y testigo principal del juicio en su contra, contrata al principal competidor y acérrimo rival del protagonista, Blackburn. Dispuesto a recuperar la reputación perdida, el oleico antihéroe idea un plan que incluye un secuestros, decenas de muertos y cientos de balas.

Gustavo Cova y su equipo de ilustradores edificaron una ingeniería visual a la altura de las grandes producciones estadounidenses. Cada fotograma esconde una potencial visual pocas veces vista en el cine argentino, acostumbrado a transitar los cómodos carriles de la corrección y lo previsible. Boogie va a contramano: patea vagabundos, fusila perros, odia a los pobres.

El gran trabajo visual remite a las adaptaciones cinematográficas de las novelas gráficas de Frank Miller. Como en La ciudad del Pecado (Sin City, 2005) o 300 (2006), el efecto generado en el espectador es el mismo: la artificialidad de lo inverosímil. Tanto la Basin City de Robert Rodríguez, La Batalla de las Termópilas de Zack Zinder y la incierta ciudad donde transcurre la película de Gustavo Cova están construidas respetando a rajatabla la vertiente gráfica en la que encuentran su origen.

Son escenarios irreales habitados por seres exagerados, brutales, desmedidos, autómatas e insaciables donde la violencia es llevada a la máxima expresión con miembros voladores, vísceras que estampan paredes y sangre brotando a borbotones. Veterano de todas las guerras, mal educado, ordinario, xenófobo y petulante, Boogie es un matón de tamaño corporal tan grande como la incorrección de sus modos. La película exacerba a su protagonista no por aval a su forma sino por la atención que le dispensa.

Después de una escena de acción, de un tiroteo o pelea, la narración parece detenerse en un primer plano al rostro del protagonista para escuchar su verdad, su máxima: “Las mujeres tienen que estar en la cama o la cocina”, “El único sentido que no me funciona es el sentido pésame”, entre otras. A pesar de ese “endiosamiento”, Boogie, el aceitoso, primera incursión del cine nacional en la animación 3D, resulta un entretenimiento felizmente agresivo y desmedido, como décadas atrás lo pensó el Negro Fontanarrosa.

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