2014-04-08

Crítica de "La Salada", de Juan Martín Hsu

La feria de La Salada (o “La Salada”, a secas) se convirtió en un emblema de los nuevos hábitos de consumo en Buenos Aires, además de mostrar una renovada cartografía de la inmigración. Organizada mediante precarios puestos que venden productos a bajísimo precio (textiles, en su mayor parte), este espacio se llena de compradores que, aún en la madrugada, lo transitan y se chocan entre sí.

Hsu (hijo de chinos pero nacido en Argentina) aborda en su film las necesidades, deseos y frustraciones de un grupo de personajes. Tres son las historias que este fluido relato cruza, pero no teman: si al comienzo la película remite al cine de Alejandro González Iñárritu (el mismo de Amores Perros y Babel), La Salada no está construida sobre la base de un guion paternalista for export , ni mucho menos manipulador.La película nos muestra las vidas de Yun Jin, una bella chica coreano-argentina que asiste a su padre, empresario que tiene puestos en la mencionada feria. Ella está por casarse, pero un argentino bastante canchero está dispuesto a conquistarla. Por otra parte, está Huang (interpretado por Ignacio Huang, visto en Un cuento chino, 2011), joven taiwanés al que su madre le repite en cada comunicación telefónica “¿Ya tenés novia?”. A la búsqueda de ese propósito irá este melancólico que tiene problemas para dormir y cuyo trabajo consiste en copiar películas en DVD. Por último, hay dos inmigrantes bolivianos; un hombre adulto y su sobrino, quienes llegaron a Argentina con la urgencia de encontrar empleo.

Juan Martín Hsu alterna y pone en cruce estas historias, sin la necesidad de que esos encuentros resulten ingeniosos. Rasgo que potencia una construcción naturalista que, claro, no está exenta de paradojas y contradicciones; la necesidad del padre coreano para dirigir a los gritos los destinos de su hija, mientras un poco de alcohol lo sume en el llanto; los encuentros con mujeres para Huang, que apenas muestran una esperanza se clausuran con un nuevo cuadro de soledad; o el choque entre el pasado y el futuro en Bruno, el joven boliviano, a quien a diferencia de su tío le cuesta mucho más integrarse.

Todo esto resume elementos de un combo en donde hay espacio para el drama y la comedia, enhebrados en sutiles observaciones (es cierto, también hay de las otras, que resienten un poco el resultado final). Pero está claro que Hsu, además de mostrarnos a estos personajes, los mira con un dejo de ternura, evita juzgarlos y nos invita a reflexionar sobre el nuevo multiculturalismo en una ciudad sumamente expulsiva.

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