2012-07-02

Las consecuencias de los Dardenne

El chico de la bicicleta

Cyril (Thomas Doret), el niño del título, busca desesperadamente el afecto de su padre (Jérémie Renier) que lo ha abandonado de pequeño y lo evita cada vez que puede. En uno de sus tantos intentos de fuga del internado donde vive, logra que Samantha (Cecile De France), una peluquera de clase media, lo adopte los fines de semana. Estando lejos del internado le resultará más fácil la posibilidad de acercarse a su padre. Con El chico de la bicicleta, los directores centran su historia en un niño, hecho que les posibilita recuperar la tradición de emblemáticos films de la historia del cine como Ladrones de bicicletas (Ladri di Biciclette, 1948) de Vittorio De Sica, Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups, 1959) de François Truffaut o Los olvidados (1950) de Luis Buñuel. Sin embargo, la última producción de los Dardenne sigue siendo un film con todos los tópicos temáticos y estilísticos que los caracterizan. La cámara inquieta que sigue a los personajes, generando incomodidad e impotencia, el fuera de campo como factor determinante para forjar tensión, y la ausencia de música que adorne las secuencias, provocando un clima austero y frío que envuelve el destino del protagonista. Estamos ante una aparente improvisación, consecuencia de recursos propios del género documental, planeada a través de una minuciosa puesta en escena, cuya clave es el realismo. En este film en particular todo el relato gira en torno al abandono. Se utiliza una música incidental para marcar los sentimientos que experimenta el joven protagonista al sentir el rechazo de su padre. Son cuatro los momentos donde se escucha la partitura: al comienzo, luego del primer punto de giro, en el segundo punto de giro y sobre el final. Estableciendo un punto de no retorno en la historia. Como en un efecto dominó, las acciones son consecuencia inevitable de otras decisiones. El chico de la bicicleta es otra muestra más del poder narrativo de los cineastas belgas. Sin juzgar ni utilizar golpes bajos, logran otro film sólido, consistente y reflexivo.
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