2011-10-26

Crítica de "La patria equivocada", una ergüenza nacional

Explicar la trama es tarea casi imposible. No porque uno no haya intentado deducir su argumento sino por el grado de confusión. Este bodrio de época comienza en 1807 y finaliza en 1898, y transita varias generaciones de una misma familia, aunque nunca se entienda nada, no se sepa quién es quién y cómo se llega a las situaciones que el film plantea.

El guión, basado en la novela homónima de Dalmiro Sáenz, resuelve todo tan deficientemente que no caben dudas que un niño de cinco años hubiera sido más criterioso a la hora de llevar adelante la ardua tarea de trasladar la obra literaria a la pantalla grande. Está claro que la película es una sucesión de errores (y horrores) provocados adrede, que lo que menos le preocupaba al director era el hecho artístico de una película.

No existe el menor indicio de profesionalismo en nada: planos mal resueltos, encuadres anodinos, errores en la continuidad, utilización ampulosa de la música para provocar no se sabe qué sensación en el receptor, escenas de sexo injustificadas y filmadas como en los años 80 y, por supuesto, una patética dirección de actores en donde todo hace suponer que los personajes fueron construidos desde la sátira y el absurdo. Resulta penoso ver cómo cada uno hace lo que puede (o lo que le sale)  para salir airoso de las situaciones que le tocaron en suerte, más allá de que eso les resulte imposible y terminen haciendo el ridículo.

Los diálogos son tan increíbles que dentro de  un contexto de extremo dramatismo uno no puede parar de reírse a carcajadas. Carlos Galettini, cuya eclética cinematografía incluye títulos que van desde la saga de Los extermineitors a Juan que reía (1976) o Convivencia (1993), logra con La patria equivocada un nuevo hito en la historia del cine argentino, y no por los valores artísticos que pueda aportar al cine nacional sino por tener el privilegio de integrar la terna de las peores películas de la historia del cine. Muy pocas veces se vio algo peor. Si lo vio, que Dios y la Patria se apiaden de usted.

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