2009-08-01

Un mundo mágico y enfermizo

Tierra de Pesadillas

Jeliza-Rose es una niña poco común. Tras la repentina muerte de su madre drogadicta a causa de una sobredosis de heroína, Jeliza emprende un insólito viaje con su padre, un rockero drogadicto, hasta una vieja casa en mitad del campo. El viaje la llevará a la más absoluta soledad de su nueva existencia, viéndose obligada a crear un mundo penetrante y rico en su imaginación, pero también lleno de oscuridad y peligros. El filme se centra en los monólogos de Jeliza-Rose y la relación entablada con su padre y dos cabezas de muñecas barbie. Ver Tideland debe hacerse sin los tópicos de un adulto, sin sus prejuicios ni sus subjetividades, cosa que es mucho más difícil de lo que parece a simple vista. Así pues, la lóbrega y apartada granja en la que Jeliza-Rose se ha quedado sola, se convertirá en un mundo mágico y enfermizo, poblado por tiburones metálicos sedientos de carne humana, miedosas cabezas de muñecas que hablan y ardillas colonizadoras. Más allá de la polémica escenas bizarras del filme, debe reconocerse la maestría del director tras la cámara, jugando con los contrapicados para las escenas más tenebrosas y con amplios planos generales para los escenarios externos, en los que los colores parecen salirse de la pantalla, sobre todo con ese maravilloso y dorado mar de trigo en el que flota la granja, en medio de la nada, concediendo una gran belleza plástica a una película cuya trama es tan simple que, que si no fuera por las  imágenes, seria verdaderamente insufrible. Y es que sin apenas efectos especiales, Gilliam consigue crear un ambiente absolutamente onírico, algo que tiene su mérito, sumergiéndonos en un mundo tan aberrante como genial.
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