Crítica de “Sisu”, divertida y truculenta matanza de nazis a la finlandesa

Tarantino estaría orgulloso de este film. Alguien llamado Jalmari Helander se toma en serio su pasión por el cine al rememorar producciones cinematográficas del pasado. Su película Sisu (2022) es puro amor por esas estéticas y temáticas absurdamente desquiciadas, pero sobre todo, por una en particular: la matanza ultraviolenta de nazis. El director de Había una vez en Hollywood (Once Upon a Time in Hollywood, 2019) honró estos films con una escena de su última producción cuando DiCaprio empuñaba un lanzallamas. También hubo secuencias completas de Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds, 2009) que irradiaban el placer de exterminar a los tipos más nefastos que han existido.

Con esa simple premisa y desde Finlandia (la mayoría del cine de explotación se produjo fuera de Estados Unidos), llega esta historia. Nos encontramos al final de la Segunda Guerra Mundial y los nazis, en retirada, arrasan con todo a su paso. El inmortal (Jorma Tommila), un veterano guerrero finlandés, encuentra oro en el desierto de Laponia, pero al regresar se topa con un tanque, dos camiones y una motocicleta que forman el último escuadrón de las SS. Enfrentarse a ellos no es una opción, sino su única alternativa.

El término "Sisu", sin traducción al finlandés, evoca una forma de coraje adrenalínico, una determinación inimaginable que surge cuando toda esperanza se ha perdido. Esta simple explicación justifica una trama absolutamente visual, llena de gestos y miradas que definen el espacio y el tiempo al igual que en un western (más bien del estilo Spaguetti, donde la venganza personal importa más que la defensa del territorio), porque se trata de enfrentar fuerzas con una despiadada y sanguinaria lucha por la supervivencia.

La película evita el realismo en todo momento y abraza la fantasía con encanto al narrar la leyenda del protagonista, un guerrero excepcional imposible de matar. Los nazis son esos villanos truculentos, sin alma ni rastros de humanidad que merecen morir desde el primer minuto. Matarlos se convierte en un acto de justicia poética, lleno de catarsis y pulsión liberadora. Un festival Gore para los sentidos.

Desde los títulos de crédito, la película hace referencia a la estética de los films de los años setenta y ochenta a los que Sisu rememora con pasión y entusiasmo, enfocándose en el entretenimiento más simple sin ninguna pretensión más que exaltar un cine básico e instintivo.