Festival de Cine Francés

Crítica de "Sur l’Adamant": Nicolas Philibert y las problemáticas mentales

El francés Nicolas Philibert firma un documental sobre las problemáticas mentales que se hace con el Oso de Oro de la 73 Berlinale.

Crítica de "Sur l’Adamant": Nicolas Philibert y las problemáticas mentales
lunes 18 de marzo de 2024

Que el premio mayor de un gran festival como la Berlinale vaya para un documental es una anomalía. Una bienvenida anomalía que va en línea con lo sucedido a fines del año pasado en Venecia, donde All the Beauty and the Bloodshed (2022, Toda la belleza y el derramamiento de sangre, en español), de Laura Poitras, se llevó el premio mayor. Estos hechos llaman la atención y levantan los aplausos de quienes vienen décadas sufriendo ante expresiones del tipo “pero, ¿cómo? ¿Ganó un documental y no una película?”. Sin embargo, si se profundiza un poco más, se advierte que tanto en ese caso como en el del Oso de Oro para Sur l’Adamant (2023), de Nicolas Philibert, los premios han recaído sobre realizaciones sólo correctas, desconociendo obras mayores que participaban de la sección competitiva de la muestra.

Sur l’Adamant es una película que bajo la pretendida forma de un documental de observación, se mete en la dinámica de un hogar de día, un lugar de encuentro y tratamiento de personas con desórdenes psiquiátricos, situado en una especie de barco en el centro de París. Ya sabemos que lo del director de Ser y tener (Etre et avoir, 2002) no es sólo la observación, la cámara y el realizador se implican y conectan con los personajes, no sólo los miran y escuchan. Preguntan, interactúan y, más allá de la edición, no son pocos los momentos en los que puede intuirse una “complicidad” que excede la deriva natural de los acontecimientos.

Los personajes son interesantes, encantadores, tienen sus problemas (¿como todos?) y la cámara pone atención a ellos como a la clara bajada de línea que hace a la importancia del trabajo que realizan quienes mantienen vivo este programa, contra viento y marea. Las fronteras de la salud mental se difuminan y en la interacción de quienes vemos en pantalla es muchas veces difícil discernir quiénes están a uno y otro lado de ese límite, de esa pretendida raya divisoria. 

Eso es lo mejor de la película. Esa intención transparente, que permite que salga a la luz ese acento tan francés que se vincula con la fé ciega en el “servicio público” y en quienes lo llevan adelante. Sin embargo, la deriva propuesta aparece algo adocenada y previsible, con algo de manipulación en el montaje, lo que llega a irritar en algún momento. 

Con las mejores intenciones, sin dudas. Pero cierto didactismo lastra la película y contradice la declamada idea de igualdad y horizontalidad que propone. Formalmente no hay nada de innovador. Solo el devenir de los días, quizás influenciado por la locación, ese barco que pese a estar en un río, no se mueve.

Así, quienes pretenden ver en este premio (como el antes citado de Venecia) una reivindicación del cine documental, entiendo que están exagerando los festejos. Parece tratarse en ambos casos de galardones de consenso. De decisiones pensadas para no enojar a nadie cuando un jurado no se pone de acuerdo. La propia dinámica de la premiación puso ello en evidencia: Johnnie To no estuvo ni en las fotos, ingresó solo y no presentó ningún premio. Radu Jude se salió de libreto alabando la genial Music, de Angela Shanelec al momento de otorgarle el Oso de Plata por el mejor guion… En fin, ¿qué mejor que una película correcta que se mete con empatía con un tema delicado, habitualmente ignorado, para encontrar una salida elegante a un palmarés que se complica?

7.0
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