Crítica de "20000 especies de abejas", Estibaliz Urresola y la identidad de género

El título de la película, estrenada en la 73 Berlinale, 20000 especies de abejas (2023), es sutil en su mensaje, y trata sobre la historia de una niña que desde los 8 años descubre que algo no encaja en su identidad de género. La trama explora temas cotidianos como la falta de comunicación en las familias y la dificultad para afrontar conflictos personales. Aitor, Coco y Lucia, los hijos de Ane, se van de vacaciones con su madre para escapar de una relación de pareja rota y refugiarse en el taller de escultura del padre de Ane, donde intentarán poner orden en su vida.

El entorno en el que se desenvuelven los personajes es complicado, ya que hay una madre que evita profundizar en las heridas emocionales y una abuela que será clave en el proceso de metamorfosis de la protagonista. La directora trata este tema con sensibilidad, delicadeza y momentos poéticos, y el entorno bucólico ayuda a encontrar oxígeno en una situación de desconcierto constante.

20000 especies de abejas, que al igual que Alcarràs (Carla Simón, 2022) se centra en lo rural, los cambios y el hogar, aunque los conflictos no sean los mismos, narra un tema complejo y delicado sin herir sensibilidades, y lo plasma como una lucha interna que genera dolor e incapacidad de abordarlo. La historia muestra la solución a este conflicto a través de la propia naturaleza y de la necesidad de dejar salir lo que se lleva dentro, ya sea bueno o malo, para que mute en algo positivo.

Urresola, cuyo corto Cuerdas pasó por la Semana de la Crítica de Cannes, logra un trabajo excepcional con esta obra que habla de tópicos como la pluralidad, la exploración y la transformación, pero enseña muchas más.