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Crítica de "Red Rose", horror cibernético a lo "Black Mirror"

Creada y escrita por The Clarkson Twins (Michael y Paul Clarkson), la serie, propone un entramado narrativo configurado como un puzzle que busca reflexionar sobre la utilización de las aplicaciones y su manipulación.

En la novela de Arthur C. Clarke, 2010. Odisea dos (llevada al cine como 2010. El año que hacemos contacto, por Peter Hyams), segunda parte de su célebre 2001. Odisea del Espacio, hay un capítulo titulado “El fantasma en la máquina”, en el cual se narra el regreso del desaparecido astronauta David Bowman como una presencia incorpórea, capaz de manifestarse a través de aparatos electrónicos o de, incluso, cepillar el cabello de su madre moribunda. El fantasma clásico, así, era ganado para la Ciencia ficción, a través de una metáfora trascendentalista.

Ringu (Hideo Nakata, 1998), es el ejemplo más conocido de una película que “actualizaba” -para una sociedad post industrial, entregada corporal, y espiritualmente, a la electrónica-, al fantasma como provocador e incitador de miedo, no solamente en la habitual casa embrujada, su entorno natural (mejor dicho, sobrenatural), sino como entidad capaz de poseer aparatos electrónicos, como la ubicua pantalla televisiva, y manifestarse a través de estos. La metáfora era transparente en la era del vídeo y la generación MTV.

Red Rose (2022), serie creada por The Clarkson Twins y producida por la BBC, en la cual la pantalla de TV es sustituida por la del teléfono celular, parte de la misma premisa, la posesión no sólo de la voluntad, sino del cuerpo mismo del usuario que descarga la aplicación del mismo nombre. Esta no sólo cumple deseos, como el viejo genio de la lámpara, sino que promete acompañar, engañosamente, en los malos momentos a su usuario. Por supuesto, las cosas no son lo que parecen, y mientras el usuario va adentrándose en su uso, más que adictivo, impositivo, se suceden muertes y manifestaciones espantosas.

Un grupo de amigos, encabezados por Rochelle Mason (Isis Hainsworth), con los típicos problemas adolescentes -entre los que se cuentan los roces entre sus personalidades-, y familiares -divorcios, separaciones de los padres-, celebra catárticamente el final del ciclo escolar, en los bellos páramos de Bolton -lugar de origen de los gemelos Clarkson, creadores de la serie-, en Inglaterra. Rochelle, una vez que se aparta de la fiesta, es seducida por Red Rose, que le soluciona un par de cosas, pero va hundiéndola en un terror cotidiano, cuando el fantasma de su madre -que se aparece sin rostro-, se manifiesta para atormentarla. Rochelle no es, con todo, la primera víctima de Red Rose, pues años antes, Alyssa Penrose (Robyn Cara), usuaria de la aplicación, aparentemente había cometido suicidio, tras enfrentar un supuesto fenómeno sobrenatural. Con cada víctima, Red Rose arrastra en su estela de horror a sus familias, que terminan por ser destruidas.

Horror cibernético, a lo Black Mirror, y dirigido a esa generación, que no evita los tópicos de la ideología actual (el padre de Rochelle es negro, con quien tiene dos hermanas mellizas negras, aunque ella sea blanca y con ojos claros, o la salida del clóset de Ant, interpretado por Ellis Howard, uno de los integrantes del grupo de amigos), ni el “hommage” a películas como Candyman (Bernard Rose, 1992), en las escenas en las que los personajes realizan la invocación valiéndose de un espejo, alcanza cimas de horror espeluznante, a pesar de la lentitud que se toma para la creación y desarrollo -muy bien logradas, hay que señalarlo-, de las personalidades de sus personajes, y se resuelva como una serie sobre acoso virtual, y conspiranoia, emparentándola con películas como Hater (Jan Komasa, 2020).

Al final, uno de los logros de Red Rose, es la provocación de la reflexión en el espectador sobre “lo que nos ha hecho, y nos hemos hecho”, a través de la tecnología del teléfono celular -parafraseando al crítico David Pringle, sobre la novela Crash, llevada al cine por David Cronenberg, en torno al daño que el automóvil le ha hecho a la humanidad-, en escenas verdaderamente paranoicas, como cuando los amigos deciden dejar de usar los teléfonos y Wren Davis (Amelia Clarkson), segunda víctima de Red Rose después del fallecimiento de Rochelle, mira con espanto a todos aquellos que aguardan abordar un autobús, abstraídos por completo en sus pantallas celulares.

Bastante entretenida, se complementa con una banda sonora compuesta con canciones de Frankie Valli, Laura Branigan, Jenny Plant y un cover coral, muy sugerente, de “Barbie Girl”, por parte de Scala & Kolacny Brothers. 

7.0
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