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Crítica de "Cromosoma 21", la serie chilena con un adolescente con Síndrome de Down sospechoso de asesinato

En el escenario de un asesinato, con el arma homicida a un lado y las ropas salpicadas de sangre, se ha localizado a Tomy (Sebastián Solorza), un adolescente con Síndrome de Down, quien no sólo se convierte en el testigo clave del crimen, sino en el principal sospechoso.

Aquejado no sólo por el síndrome, sino por estrés post traumático,    será Mariana Enríquez (Valentina Muhr), la subcomisaria de la Policía de Investigaciones de Chile -país donde se sitúa la historia-, quien se verá en la situación de desvelar lo que sucedió en realidad, a pesar del silencio de Tomy. La investigación le llevará a Bekam (Gastón Salgado), un ladrón con historial, hermano de Tomy, que lo utilizaba como distractor en sus fechorías, lo que dificulta su caso. La trama se complica aún mas con el descubrimiento del resto de la banda, algunos de cuyos miembros apuntan a altos cargos policiacos, mientras se nos cuentan los aspectos éticos y legales que rodean un caso de tal naturaleza, con los avances, en materia de Derechos humanos, así como los prejuicios todavía existentes sobre la persona Down.

El tema del “testigo de excepción”, que por alguna circunstancia es incapaz de contar lo sucedido en la escena de un crimen, o del “sospechoso impensado”, no es nuevo, y ofrece una amplia gama de posibilidades para la narrativa cinematográfica o literaria, en el género policíaco o detectivesco. Así, una persona con capacidades disminuidas, una mascota, y hasta el modelo NS-5 de robot, en el caso de la película Yo, robot (I, Robot, Alex Proyas, 2004), se convierten en elementos extraordinarios, que complican la resolución del crimen, desplegando, de paso, los poderes de observación, deducción, e interpretación de las leyes, por parte de los detectives o policías encargados del caso.

Georges Simenon convierte a un perro en el testigo fundamental en una serie de asesinatos, investigados por el indefectible inspector Maigret, en El perro canelo (1931); Agatha Christie lo trató, a la vez, en El testigo mudo (1937), una investigación de Poirot, quien debe resolver el caso de la muerte de una mujer, Miss Arundell, de quien previamente recibiera una carta, donde le advirtiera de lo que a ella le pareciera un preocupante “accidente” deliberado, en el que casi perdiera la vida. Cuando Miss Arundell muere, Poirot tendrá que enfrentarse al dilema de cómo interrogar a otro testigo canino, Bob, el Fox Terrier de la fallecida. En la divertidísima comedia Ciegos, sordos y locos (See no Evil, Hear no Evil, 1989), dirigida por Arthur Hiller, Richard Pryor interpreta a “Wally”, un ciego que hace amistad con “Dave”, un sordo, interpretado por Gene Wilder, que constituirán la clave para desentrañar un asesinato -uno de ellos ha identificado el perfume de la asesina, el otro sólo le ha visto las piernas-, al tiempo que son perseguidos por los criminales.

Akira Kurosawa, en Rashomon (1950), llevaba la cuestión al extremo, al adaptar el cuento policíaco de Ryunosuke Akutagawa, para entregarnos una obra maestra en la cual el relato, subjetivo y personal, de cada uno de los cuatro implicados en el asesinato de un samurái, puede ser verídico por encima de sus tantas diferencias y matices, aportando, con su complejísima trama, las numerosas posibilidades que el llamado “efecto Rashamon”, ofrece a la narrativa cinematográfica.

Antes de Sebastián Solorza, han habido varios actores con Síndrome de Down reconocidos. Paul Larsson por ejemplo, quien aparece, al lado del actor enano Angelo Rossitto, como parte del dúo mortal “Master-Blaster” en Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (Mad Max: Beyond Thunderdome, George Miller/George Ogilvie, 1985), así como el inolvidable Corkie Thatcher (Chris Burke), en la teleserie La vida sigue su curso (Life Goes On), que se transmitiera durante los años 1989 a 1993, que le diera el primer papel protagónico a un actor con el síndrome, y que mostraba las vicisitudes diarias de una persona como la suya, su familia, sus amistades y sus aspiraciones (incluyendo las amorosas), que cambiaron radicalmente la idea que, sobre dichos pacientes, teníamos la mayoría de los espectadores. Desde entonces, los actores con el síndrome han tenido la oportunidad de mostrar sus capacidades en series como American Horror Story, donde debutara la actriz Jamie Brewer, o en Glee, donde apareciera Lauren Potter como una animadora adolescente, revelándose como estrellas por derecho propio.

Cromosoma 21 (2022), creada por Matías Venables alude, por supuesto, a la trisomía anómala que, en dicho cromosoma, identifica a una persona con el síndrome. Por la misma, Sebastián Solorza recibió el premio Caleuche -otorgado por la Corporación de Actores de Chile-, a la revelación por su papel como Tomy.

Absorbente y conmovedora, la serie se permite varios dejos de ternura y humanidad, de parte de los personajes más impensados y tiende, conscientemente, el espejo de la otredad hacia nosotros. Ese que no siempre vemos.

7.0
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