Crítica de "Edición Ilimitada", de amor y de sombra

Localmente hace tiempo que no llega una propuesta como Edición Ilimitada (2020), dirigida por Romina Paula, Virginia Cosin, Santiago Loza y Edgardo Cozarinsky, realizadores que, además, poseen una vasta trayectoria como dramaturgos, actores, guionistas, docentes, escritores, reflejando en ese título, que juega con lo limitado, lo especial, lo único, y la expansión del horizonte hacia lo ilimitado que también el cine exige y revalida, un juego que, además, se verá en la pantalla en cada uno de los episodios que la configuran y que reflexionan, particularmente, sobre el universo que los realizadores habitan y transitan.

De más está decir que cada segmento merece una especial atención al detectar quién es el que lo lleva adelante. Así, no será para el espectador la misma experiencia ver el capítulo dirigido por Loza, tampoco el de Cosin, menos el de Cozarinsky, ó el de Paula, si conoce de la trayectoria de quien lo presenta y realiza, y, como en el caso del célebre director que ha vuelto al país hace una década, su ironía y cinismo, pero también su incorrección política, van a contramarcha de aquello que se exigiría en un mundo símil Walt Disney sobre conquistas de género y mirada patriarcal.

Lecturas, no lecturas, talleres, novelas, la experiencia frente a la ingenuidad, van desandando los pasos de personajes construidos con verdad, enfrentados a realidades diferentes y desafiantes que no sólo potencian los guiones, sino que, además, trascienden el nicho desde el cual se ha pensado cada segmento.

Para no revelar mucho más al espectador, que desea adentrarse en los universos de Edición Ilimitada, sólo se adelantará aquí que un hombre que intenta avanzar sobre el sexo opuesto se valdrá de una falsa disminución de su visión para encantar a mujeres y así llevar mejor sus días, u otro que acepta acompañar a un célebre novelista en decadencia total, para aprender a escribir, cuando lo que menos hacen es justamente, hablar de la actividad, o un escritora que se mira demasiado el ombligo y quiere pertenecer a un grupo de narradores, y por último un grupo de trabajo que se retroalimenta para llevar adelante su tarea de manera comunitaria.

Cada relato habla de aquello que en esencia configura la actividad, sean en la producción, el disfrute posterior, o en la inasible experiencia ajena, que por más que la cercanía con la figura pueda llegar a transmitir algún conocimiento, no hay más revolucionario que lograr revelar la voz propia ante la página en blanco y así crear historias.

Edición Ilimitada se propone como un viaje imperfecto, pero preciso, sobre la palabra y sus vericuetos, potenciado por la polisemia de texturas, directrices y conceptos, para terminar por configurar un trazo que destaca la originalidad de cada uno de los episodios que la configuran y que dejan ideas originales sobre aquello que trabajan.