Debate II

El berrinche conservador, sobre la divulgación cinematográfica

El pasado lunes 30 de enero se publicó en este mismo medio una nota firmada por Alexander Katzowicz en la que expresaba su fastidio por los resultados de la encuesta publicada por "Sight & Sound" que rankea un top 50 de las mejores películas de la historia del cine.

El berrinche conservador, sobre la divulgación cinematográfica
martes 31 de enero de 2023

Si bien Katzowicz hace de cuenta que habla de cine, la forma del texto se asemeja más al de un berrinche caótico y se olvida de algunos aspectos fundamentales para enmarcar el “debate” propuesto. Esta nota se tratará más sobre divulgación cinematográfica y un poco menos sobre las ideologías y la representación audiovisual de estas, pero no podría privarme de responder a una manifestación de bronca, con una de ideas.

Comencemos por la raíz de la cuestión, este tipo de encuestas convocan a un número limitado de personas seleccionadas con un criterio particular y es de esas subjetividades que nace algo también tan limitante como puede ser un rankeo de solo 100 películas en una historia del cine que tiene miles y miles.

Es algo que ha sucedido también con la Encuesta de Cine Argentino hace algunos meses. Quienes las organizan enmarcan a su encuesta a un contexto extremadamente particular, pero las reglas están claras: nos cuentan a cuántas personas encuestaron y a quiénes, para que uno pueda delinear que esa lista que va a leer es lo que resulta de un sondeo específico. Quizás un error arrastrado en el tiempo sea la necesidad imperiosa de cada lector en sentirse representado en ese resultado -incluso aunque no haya votado-, o la idea de ubicar estas listas en el de “voz de autoridad” como si nos estuvieran diciendo que lo que nosotros consideramos de forma distinta no tiene valor porque la lista dice otra cosa.

Pero entonces, ¿para qué o a quiénes les sirven estas listas? En principio, probablemente les sirva a quienes ven pocas películas, mucho y a quienes ven muchas, poco. Y acá es donde, creo, aparece el rol de la divulgación, y una pregunta más precisa creo que sería ¿qué vamos a hacer con estas listas?

Pero la reacción de la que acá estamos hablando es más del estilo mi criterio es superior ¿por qué la lista dice otra cosa?. Volviendo al texto de Katzowicz, en sus primeras palabras afirma (porque lo único que hace es afirmar) que “en el clamor en boga porque aparezcan trans, gays, mujeres, sin importar su talento o calidad, aparecen en la lista de las mejores películas algunas de dudosa calidad” y luego aclara “es indiferente si la película la dirige un musulmán, un judío, mujer, hombre, o trans, lo que prima es la calidad de la película. El error reside en que si la película se incluye únicamente porque se trata de una vagina y no de un pene lo que porta quien dirige”.

La palabra “calidad” aparece en este texto como si en el arte la “calidad” fuera un concepto unívoco, establecido, cerrado y, la barbaridad mayor, como si fuera medible. Usar esta palabra con ese sentido tácito lo libera de tener que argumentar sus afirmaciones y, simplemente, da por sentado que todos deberíamos entender a qué se refiere y, además, estar de acuerdo. Como cuando, en otra parte del texto, sella a Ingmar Bergman como el mejor director de la historia y la única forma que encuentra para resguardar su opinión es “quien diga que es relativo, evidentemente no ha visto ni la mitad de las obras maestras de este artista” y listo.

Pero lo más fuerte de esta nota no son sus delirios de superioridad en la opinión sobre el arte sino a quiénes atribuye la responsabilidad de lo que estaría siendo para él “la agonía del cine”. Aquí entramos en un terreno que excede el debate sobre películas y nos encontramos una vez más con manifestaciones de enojo con cualquier cosa que no sea un hombre blanco heterosexual.

Si hacemos foco en la forma en la que se señala a “les responsables”, podemos destacar la impunidad de afirmar que hay determinadas películas que están incluidas únicamente por el género de sus autores sin siquiera atinar a dar un ejemplo concreto donde esto que denuncia quede en verdadera evidencia.

¿Cómo puede demostrar que Rainer Werner Fassbinder se incluye “por su notoria homosexualidad” o Agnes Vardá “por tener vagina” o Jordan Peele “por ser negro”? ¿Con qué seguridad puede afirmar que estas apariciones en los últimos puestos de la lista de 100 títulos producto de una encuesta a 800 personas responden en promedio a un criterio de “inclusión por sobre talento”?

De una lista que en sus primeros 50 puestos cristaliza un canon bastante aceptado e inamovible desde hace muchísimo tiempo con los mismos nombres de autoría y títulos como François Truffaut, Abbas Kiarostami, Federico Fellini, Alfred Hitchcock, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, David Lynch y otras decenas sobre los cuales se ha desarrollado mucha teoría que analiza su aporte estético a la historia del cine, es llamativo que el berrinche volcado en el texto de Alexander Katzowicz se enfoque en cosas que empiezan a aparecer en los últimos lugares como pequeños asomos.

Las personas hacen las películas y la homogeneidad de personas que ha tenido un lugar predominante en la historia del cine delinearon el canon. El objetivo de la divulgación, entiendo, sería abrir ese canon a nuevas posibilidades estéticas, recursos formales y repertorios temáticos. Pero para abrir esa puerta hay que habilitar un canal reflexivo para pensar las nuevas apariciones y eso, indefectiblemente, nos llevará a repensar también lo que vimos antes y así a revalorar la historia del cine. Es por eso que las listas que se hacen cada determinada cantidad de años muestran cambios propios de estos movimientos, y seguirán cambiando en cada nueva publicación.

Y si el destino del cine fuera la apertura, que se vea más cine de distintas “calidades” y que se reflexione más sobre eso, quienes se aferren al canon se enojarán mucho y cada vez más.

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