Crítica de “Tommaso”, el film autobiográfico de Abel Ferrara con Willem Dafoe

De todos los cineastas Abel Ferrara es uno de los más terrenales, o al menos así se muestra en Tommaso (2019): caótico, errático, atormentado por sus obsesiones y con serias dificultades para llevar una vida mundana.

Vemos a Willem Dafoe como Tommaso, álter ego del cineasta, viviendo en Roma donde reside, tomando clases de italiano para corregir su acento, asistiendo a reuniones de terapia para ex adictos (en la película es un ex alcohólico, en la vida real lleva años alejado de las drogas duras), y conviviendo con su joven mujer y pequeña hija (mujer e hija de Ferrara en la vida real). En medio de sus obligaciones cotidianas busca financiación para su nuevo proyecto cinematográfico.

Ferrara es un existencialista, le encanta hurgar en los conflictos del ser humano, en sus deseos más bajos (la obsesión por los cuerpos perfectos de mujeres desnudas) y en sus debilidades, asociadas a la noción de pecado del catolicismo. La culpa y la redención serán pilares de su obra y también están presentes en Tommaso.

El film es un trabajo de búsqueda y error, una suerte de ensayo alrededor de sus miedos y obsesiones que lo atormentan. No hay en el realizador una reflexión intelectual profunda y un estilismo estético determinado. En su cine brilla la improvisación y la experimentación por igual. Sin embargo, aquellas ideas caóticas adquieren fuerza por la firmeza con la que expone sus temores a cámara, algo que en Tommaso -por el carácter autobiográfico de la obra- llega a límites extremos. Una valentía inusual y genuina de parte de Ferrara.