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Crítica de “A prueba de muerte”, Tarantino y los dobles de riesgo

Y Tarantino lo hizo de nuevo. Tomó un género, con sus reglas y códigos de su época de auge y lo resignificó al punto tal de convertirlo en un film marca Tarantino.

Crítica de “A prueba de muerte”, Tarantino y los dobles de riesgo
domingo 15 de enero de 2023

A prueba de muerte (Death Proof, 2007) es la segunda parte del proyecto colectivo llamado Grindhouse que Tarantino realizó con Robert Rodríguez (Planet Terror) que aquí llegan separadas aunque fueron realizadas para verse en continuado.

¿De que va A prueba de muerte? Un grupo de chicas lindas y tontas (como el género lo indica) van en su auto por la carretera y se detienen en el bar de un pueblo donde conocerán una serie de misteriosos personajes, entre ellos a Stuntman Mike (Kurt Russell), un ex doble de filmes de acción que disfruta dándose palos con su auto, el problema es que siempre lleva a la fuerza a alguien consigo.  

Tarantino parece hacer algo similar a lo que el personaje de Kurt Russell: disfruta de llevar al espectador a su lado y sorprenderlo dándole el remate a la escena en el momento menos pensado. Y lo hace porque el género que Tarantino “homenajea” no tiene diálogos tan extensos ni se convierten en interesantes como sucede en A prueba de muerte. Esos diálogos del film son un agregado del estilo del director mas que del género en cuestión.

Y es así la forma en que un género intrascendente donde priman el sexo (aunque todo es insinuación), el terror y la muerte se convierte en un atractivo de carácter épico, como sucedía en Kill Bill (2003) o Perros de la calle (Reservoir dogs, 1992). Lo supuestamente irrelevante adquiere interés por las aguas que Tarantino invita a recorrer, dilatando los tiempos para dar el golpe justo en el momento indicado.

No hay en A prueba de muerte el vértigo ni la acción que había en Planet terror -aunque cuenta con el mejor choque automovilístico de la historia del cine- en este caso todo es espera, largos diálogos que en el momento menos pensado generan tensión y remate final que combina locura y muerte. Al mejor estilo del director de Tiempos violentos (Pulp Fiction, 1994)

8.0
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