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Crítica de "Mirada Indiscreta", fallido thriller erótico brasileño

Una de las ambiciosas producciones de Netflix-Brasil, “Mirada Indiscreta” (Olhar Indiscreto, 2023), prueba cuánto -y cómo-, los temas más básicos del thriller, en su vertiente erótica, han ejercido una gran influencia en parte de la narrativa cinematográfica latinoamericana.

La serie comienza durante una fin de año, de acuerdo a su estreno, el sábado 1 de enero de 2023. Miranda (Débora Nascimento), pasa el tiempo espiando a su vecina, la escort Cléo (Emanuelle Araújo), a través de la ventana del edificio de enfrente. No sólo la observa tener sexo, sino que forma teorías sobre la variedad de clientes que tiene. Pero Miranda no se contenta con la simple cámara fotográfica. Es una hacker, entregada en romper los códigos de los correos electrónicos y las cámaras de seguridad de los edificios, invadiendo la intimidad de quienes la rodean.

Un día que Cléo tiene que salir por un tiempo con un cliente, le pide que cuide a su perra, Barbie. Miranda acepta, y mientras hurga en los cajones del apartamento de Cléo, descubre sus juguetes sexuales, se pone uno de sus vestidos, y una peluca. Cuando tocan a la puerta, Fernando (Nikolas Antunez), un cliente habitual de Cléo, la confunde con prostituta y ella se deja llevar. Al despedirse, otro cliente, que intenta forzarla, resulta muerto en el forcejeo. Fernando, que se ha olvidado algo, regresa, y se involucra en la desaparición del cuerpo. La trama se vuelve compleja, con varios giros argumentales que indican que Miranda se ha visto involucrada en un juego perverso, con varios jugadores, relacionados misteriosamente entre sí, donde ella no sería sino un simple peón en todo el turbio asunto.

Es obvio que Miranda es una alumna tan indigna -como alejada-, del arquetípico LB "Jeff" Jefferies (fotógrafo voyeur, postrado en una silla de ruedas, que se mete en un asunto de asesinato al espiar a su vecino) de James Stewart, en la tan modélica como legendaria La ventana indiscreta (Rear Window, 1954), del maestro Hitchcock, ganada para la tecnología del Siglo XXI, y a la cual se han añadido elementos del thriller erótico.

Una historia de este subgénero debe incluir, por justicia, el nombre de Zalman King, cineasta tan interesante como ninguneado, que se granjeó el respeto de un Stanley Kubrick al grado de tomarlo como consejero para su testamento cinematográfico Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut, 1999), película donde un erotismo onírico -freudiano, debido a su origen literario, la novela de Arthur Schnitzler, amigo de Freud-, sostiene una trama inquietante.

El tratamiento cinematográfico que Zalman King lograra del erotismo está perfectamente retratado en películas como Orquídea salvaje (Wild Orchid, 1989), el telefilm Red Shoe Diaries (1992), y su adictiva continuación, la teleserie del mismo nombre (emitida en los años que van de 1992 a 1996), o la sofisticada y hermosa adaptación de la obra de Anaïs Nin, Delta de Venus (Delta of Venus, 1995). Sin embargo, aquellos elementos que hoy reconocemos como típicos del thriller erótico, ya estaban incluidos en la magnífica Cuerpos ardientes (Body Heat, 1981), un policial emanado directamente del noir clásico Pacto de sangre (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944), y que constituyera el gran debut de Lawrence Kasdan como director.

La estética, e influencia de Zalman King, se extiende a películas como 9 ½ semanas (9 ½ Weeks, Adrian Lyne, 1986,) cuyo guion escribiera y produjera,  infiltrándose en películas como Bajos instintos (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992), cumbre de este subgénero, siempre al lado de la “Luna amarga” (Bitter Moon, 1992) de Polanski, o en Sliver, Invasión a la intimidad (Sliver, Philip Noyce, 1993), el antecedente más directo de Mirada Indiscreta.

Como en el caso de King, que se rodeara de un equipo femenino para poner en escena sus historias -con una colaboración muy estrecha con su pareja, la guionista Patricia Louisianna Knop-, Mirada Indiscreta fue creada por la guionista argentina Marcela Citterio, adaptada por la brasileña Camila Raffanti, y dirigida por Fabrizia Pinto y Leticia Veiga, pero no indaga -no le interesa-, profundizar en la sexualidad femenina y se queda en la mera superficie.

En última instancia, Mirada Indiscreta no pasa de ser un thriller erótico bajo el formato de una telenovela sofisticada. Un intento fallido de asimilar los elementos de la, de por sí, espuria Cincuenta sombras de Grey (Sam Taylor-Johnson, 2015), en la cual el supuesto “escándalo” descansa, en realidad, sobre un conservadurismo sexual latinoamericano, todavía mojigato, donde los “secretos” (las infidelidades, los triángulos amorosos y hasta el incesto, que resulta en un equívoco) priman sobre su calidad cinematográfica, eso sí, con una idea criminal -la trata de personas-, que más la acercan al pulp más descarado y al exploitation mas evidente, que a una auténtica denuncia social.

4.0
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