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Crítica de "Ardiente paciencia", innecesaria remake de la obra de Antonio Skármeta

La tercera versión cinematográfica de la obra homónima del escritor Antonio Skármeta, y la primera película producida por Netflix en Chile, es tan imprescindible como su antecesora, pero se sostiene gracias al magnetismo de su protagonista.

martes 13 de diciembre de 2022

Antes de que Netflix decidiera apostar a la remake de la película que en 1983 dirigiera Skármeta, Ardiente paciencia se convirtió en una novela corta en 1986 y posteriormente en otra película llamada Il Postino (1994), dirigida por Michael Radford y que trasladaba la historia a la Isla de Capri, en Italia, durante los años 50. La película, protagonizada por Philippe Noiret, Massimo Troisi y Maria Grazia Cucinotta, recibió cinco nominaciones a los Premios Oscar y obtuvo el de mejor banda sonora que cayó en manos del argentino Luis Enrique Bacalov. Además, existe una ópera del compositor mexicano Daniel Catán y varias adaptaciones teatrales.

La historia, una ficción pura producto de la imaginación de Skármeta, cuyo título se inspira en el discurso que brindó Pablo Neruda al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1971, se ambienta a finales de los años 60 en Isla Negra y narra la relación entre el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada y Mario, un joven cartero, que enamorado de Beatríz, una bella muchacha recién llegada a la isla, recurre a los consejos del poeta para conquistarla.

Dirigida por Rodrigo Sepúlveda (Tengo miedo torero, 2020) y protagonizada por Andrew Bargster, Claudio Arredondo y Vivianne Dietz, Ardiente paciencia (2022), que cuenta con guion de Guillermo Calderón, apuesta por un tono costumbrista, simple y edulcorado, que se limita a bosquejar la relación sin profundizar más allá de la poesía (o las palabras), para poner en escena la historia de un amor imposible, aunque lo hace acorde a los tiempos políticos que corren y con el empoderamiento femenino como punta de lanza.

Ardiente paciencia, que pretende ser un drama romántico con tintes políticos, pero se pierde en su pretenciosidad limitada para terminar en un film pasatista y olvidable que no aporta nada nuevo con respecto a sus versiones anteriores, si funciona no es por la historia en sí misma, ni su abordaje limitado, sino por el encanto y magnetismo de Andrew Bargster, un ser hipnótico y dueño de un carisma capaz de mantener al espectador atento frente a la pantalla mirando una sucesión de clisés sin saber muy bien porqué.  

5.0
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