En primera persona

Oriol Paulo y el estreno en Netflix de "Los renglones torcidos de Dios"

Primero guionista, el catalán Oriol Paulo debutó con "El cuerpo" y desde entonces no ha abandonado el thriller, en películas como "Contratiempo" y "Durante la tormenta", así como la serie "El Inocente". Su nuevo trabajo se basa en una novela escrita hace más de cuatro décadas por Torcuato Luca de Tena, que se desarrolla mayoritariamente en un psiquiátrico.

Oriol Paulo y el estreno en Netflix de "Los renglones torcidos de Dios"
viernes 09 de diciembre de 2022

Cuando Warner y Atresmedia me propusieron adaptar Los renglones torcidos de Dios, mi respuesta fue salir corriendo. El respeto por la novela y la dificultad de adaptar el lenguaje de Torcuato a la gran pantalla, parecían obstáculos difíciles de sortear. Sin embargo, y a pesar de la negativa inicial, el ofrecimiento despertó el recuerdo que tenía de la novela.

Y poco a poco, imaginé cómo la adaptaría yo, qué punto de vista iba a tener sobre la historia, cómo modernizaría la narración para adaptarla al siglo XXI y – sobre todo – cómo la diferenciaría de otras propuestas imposibles de superar como Shutter Island, Shock Corridor o One Flew Over the Cuckoo's Nest.
 
Seis meses más tarde, y ante la insistencia por adaptar la novela, expuse cuál sería mi visión siendo honesto con lo que me despertaba la novela en el "aquí y ahora". No solamente lo expuse a los productores y distribuidores implicados, sino también a los "guardianes" de la novela, que habían protegido los derechos como un preciado tesoro. Para mí era imprescindible tener la bendición de todos los que habían soñado con una adaptación modernizada de la novela. Y es que adaptar Los renglones torcidos de Dios en toda su magnitud era imposible. Harían falta diez horas de metraje. Sin embargo, adaptarla bajo un punto de vista concreto, que fuera respetuoso con el original y, a la vez, ofreciera una revisión del clásico, quizás no tanto.
 
Para abordar la adaptación trabajé con Guillem Clua, amigo y dramaturgo al que admiro profundamente. La batalla dialéctica de la novela ha sido uno de los ejes centrales de la adaptación, que se ha centrado básicamente en el personaje de Alice Gould y en cómo pone en jaque a toda una institución médica, capitaneada por el Doctor Samuel Alvar. La batalla de sexos de antaño iba a ser substituida por la batalla de egos. Y ese fue, más allá de todo el contexto psiquiátrico, el leitmotiv de la adaptación. El ego como epicentro del discurso narrativo que enmarca una mirada al mundo de la salud mental, que funciona como espejo de nuestra protagonista.

Otro elemento imprescindible para abordar la adaptación era la presencia de Bárbara Lennie. La película es, ante todo, un estudio de personaje. Nadie como Bárbara podía encarnar a Alice Gould. Por su talento, su magnetismo, su inteligencia, su elegancia, y ese halo misterioso que siempre la acompaña. Toda la película recae sobre ella, y nunca antes había puesto una historia tan al servicio de nadie. Los renglones torcidos de Dios, no lo voy a negar, está pensada y ejecutada pensando en Bárbara Lennie.

El mundo del sanatorio también suponía un reto. Por un lado, estaba todo el equipo médico del sanatorio, capitaneado por Samuel Alvar, el director del centro. Sobre este personaje iba a recaer toda la confrontación con Alice. Para mí era también imprescindible tener a Eduard Fernández, para asegurarle a Alice/Bárbara, un digno rival en la lucha de egos. Y, por otro lado, estaba el gran reto de la película: darle vida al mundo de los pacientes. Para muchos de los elegidos, este era el primer proyecto, o el primer gran proyecto. Se buscaban personas muy especiales, fieles al relato de la novela, y a la vez capaces de trabajar ante una cámara. Y lo mismo para mucha de la figuración, que fue minuciosamente seleccionada, casi todos con poca o nula experiencia, y que han trabajado en grupo para lograr que lo que vemos se sienta real y natural. La figuración es un personaje enorme dentro de la narración, ya que incluir a todos los pacientes de la novela era imposible.

Recrear un sanatorio en tiempos de transición, también era un reto mayúsculo, ya que permitía dar voz a todos los pacientes que eran apartados de la sociedad y recluidos entre cuatro muros. En la película se habla de la vieja psiquiatría y de la nueva psiquiatría en un país que estaba cambiando, más lentamente de lo deseado. Es un telón de fondo, el de los restos del franquismo, que hemos querido poner en pantalla sin subrayar, sin caer en la caricatura. No hemos querido hacer gag de la época haciendo evidente el pasado, sino ser quirúrgicos en la documentación, y transparentes en la ejecución.

Pero de todos los elementos, el que más me impulsó a aceptar el proyecto, fue el de salirme de mi zona de confort. Los renglones torcidos de Dios suponen una manera de abordar un proyecto desde otro sitio. El thriller es una excusa más que nunca para indagar en el descenso a los infiernos de un personaje, y el drama va cobrando presencia. Para mí la película es como una sinfonía en tres actos. El primero, es el thriller. El segundo, el drama. Y el tercero, la locura. Es una película en tres partes muy claras. Cada una de ellas se alimenta de la anterior.

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