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Crítica de "Ruido de fondo", Noah Baumbach y una fábula sobre la líquida cotidianidad americana

Los personajes de Don DeLillo tratan de evitar lo inevitable -la muerte-, a través de la ilusión máxima del capitalismo: la adquisición de cosas inútiles. “Ruido de fondo” (1985), la novela con la cual alcanzó la fama, explora las vicisitudes de una familia sorprendida en medio de un accidente tóxico.

jueves 29 de diciembre de 2022

La muerte y el consumismo -la muerte “en” el consumismo-, había sido explorado ya, a través de una poderosa metáfora, por George A. Romero, en El amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 1978), con sus zombis, acudiendo en horda, a un centro comercial, donde se refugia un puñado de supervivientes, porque sus memorias residuales los llevan ahí, al lugar al que siempre iban. DeLillo no sólo toma estos temas, sino que funde la trama -y diálogos, y acciones de los personajes-, en una reflexión sobre la cultura de lo desechable, en clave de humor. Ruido de fondo (White Noise, 2022), la película, se divide en los tantos capítulos en que se divide el libro: “Ondas y radiación”, “El evento tóxico suspendido” y “Dylarama”.

Jack Gladney (Adam Driver), es un “Hitlerólogo” (ficticia especialidad de la Historia para el estudio de Hitler), que imparte su materia en el College on the Hill, está casado en cuartas nupcias con Babbette (Greta Gerwig), también casada en cuarta ocasión, por lo que, entre ambos, tienen varios hijos de sus matrimonios anteriores, aparte de un niño suyo. Como es de esperarse, la convivencia en familia es un lío de temas, conversaciones cruzadas y descubrimientos inesperados de algunos secretos bien guardados, durante el desayuno. Así, Denise (Raffey Cassidy), la hija mayor, descubre que Babbette está tomando una droga desconocida, el “Dylar” que, como posteriormente sabremos, constituyó un fracaso experimental como paliativo para vencer el temor a la muerte, ese “Ruido blanco” del título original.

Se trata de una adaptación de Don DeLillo, por lo que no debe extrañarse que “el horror esencial” (vivir sabiendo que habremos de morir), como lo llamó Aldous Huxley, sea un motivo tan principal como reiterativo. Babbette, en una escena de la última parte de la película -de igual forma, al ser esta película un tratamiento de tal autor, no debe sorprender que “el evento tóxico suspendido”, no sea el motivo principal en la trama-, la llorosa Babbette le confesará a Jack que había tenido que acostarse con Mr. Gray (Lars Eidinger), un repelente sujeto, igualmente adicto a la sustancia, para que le proporcionara la droga -que convierte en paranoicos a sus consumidores, desde que la sola frase “un tiroteo”, los pone cuerpo a tierra-, a través de un “intercambio capitalista”, donde no hubo amor y apenas placer. Estamos en los años 80’s, y Jack bien puede pensar en buscar y asesinar al poco escrupuloso científico, y no pactar con él y Babbette una convivencia poliamorosa.

Toda la placidez de los suburbios americanos, retratada en la primera parte, con su frivolidad propia -véase La invasión de los usurpadores de  cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956), de Don Siegel, y su brusco cambio de la tranquilidad dominical al terror-, se vuelve caos (y risa), durante la malograda huida de la ponzoñosa y ominosa nube mortal, provocada cuando un conductor de tráiler borracho impacta con un tren que transporta sustancias tóxicas -el Niodeno-D, que provoca déjà vu como único síntoma conocido-, y esta asciende a la atmósfera. Al principio, los padres actúan como si no pasara nada, ante las noticias que se precipitan, para evitar que los hijos caigan en pánico. Pero no logran mantener la farsa, y las siguientes escenas, con sus carreteras atestadas de vehículos y gente a pie, son tan efectivas como conocidas. Lo hemos visto cien veces, pero en manos de DeLillo y Noah Baumbach, se resuelven en burla y reflexión. Véase por ejemplo, el personaje de Murray Siskind (Don Cheadle), un entusiasta profesor de los choques de autos en el cine de Hollywood, a los cuales considera “un momento de entusiasmo, un disfrute despreocupado al que los choques en películas extranjeras no se acercan, un espíritu rebosante de inocencia y diversión”, y gran admirador de Gladney, que ha puesto a Hitler en la mira universitaria, a lo que aspira, él mismo, con la figura de Elvis Presley.

Debido a su trama maníaca, absurda, pero un tanto caótica, que logra aunar la sátira social a través de una fábula de ciencia ficción, Ruido de fondo, por momentos, recuerda Hospital Britannia (1982), de Lindsay Anderson, pero sus intenciones la acercan más al liberalismo expuesto en Pánico en el Año Cero (Panic in Year Zero, 1962), dirigida y protagonizada por Ray Milland, en cuya historia post desastre, será otra familia americana, constituida por la esposa sumisa, el hijo rebelde y la hija, tan hermosa como  tonta -enfrentados a una serie súbita de explosiones atómicas-, quienes tengan que vérselas por sí solos, a bordo de su vehículo, mientras tratan de alcanzar una meta más allá de los efectos de las explosiones. Pero, lo que en Pánico en el Año Cero es seriedad, y hasta motivo de cierto horror, en “Ruido de fondo”, como en la novela original, se desplaza hacia esa comedia negra que vuelve más soportable lo “terrible cotidiano”. No sólo eso. El “evento tóxico suspendido”, pronto pasa de largo. A Jack, que ha sido expuesto al rocío venenoso, sólo se le informa que los verdaderos efectos de la nube en el organismo, serán conocidos en quince años. Mientras tanto, no le queda más que seguir viviendo y, por supuesto, consumiendo en los Centros comerciales -el número musical del final es, al mismo tiempo, una burla y un homenaje a ese “Sancto Sanctorum” de la post modernidad que es el Centro comercial-, después de arrepentirse y llevar al hospital al baleado Mr. Gray.

Si nos acercamos a Ruido de fondo como una más de esas películas apocalípticas que tanto abundan, encontraremos pocos elementos originales. Pero si lo hacemos como lo que realmente es -la adaptación de una novela de culto, de una “Comedia humana” (donde cabe todo y toda reflexión) para el Siglo XXI-, entonces comprenderemos los alcances de esta valiente como entretenida película. 

8.0
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