Crítica de “Secuestro en directo” un thriller a contrarreloj con Mel Gibson

Mel es Elvis, un legendario locutor radial que hace un programa a la medianoche en donde la gente con problemas llama y pide consejo al conductor. El tipo, en una extraña mezcla entre Luisa Delfino y Baby Etchecopar, es un personaje maldito tan aborrecible como querible por sus fans.

Lo interesante de la película dirigida, producida y escrita por Romuald Boulanger, es que construye al personaje de Elvis a imagen y semejanza de la fama del actor de Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987). Gracioso y seductor pero también infiel y amante de las bromas pesadas. Un antihéroe carismático y repulsivo por igual.

Sucede que una noche llama Gary (Paul Spera) a la radio acusando al conductor de su desgracia y con un plan de venganza organizado: tiene amarrada a la mujer e hija del locutor y si este no obedece sus órdenes las matará a sangre fría. Elvis empieza un tour de forcé junto a su equipo de producción, los únicos presentes en el edificio, para salvar a su familia y salir ileso de la situación.

Secuestro en directo (On the line, 2022) es la mejor película de Gibson desde Blood Father (2016), porque se recuesta en la mala fama de la estrella de Hollywood para buscar su redención, y porque Gibson, con gran parte del metraje con la cámara en su rostro, se carga la película al hombro. La redención de su personaje será el quid de la cuestión como parte del juego de realidad y ficción de la trama.

Sobre el final hay un par de vueltas de tuerca sumamente atractivas que no explicaremos aquí, simplemente y a modo de pista diremos que recuerdan al primer Fincher. Y nada más. El resto es ver el film y disfrutar de su buen ritmo y ocurrencia.