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Crítica de "Jóvenes altezas 2", una historia de amor LGBTQI+ entre "The Crown" y "Élite"

Serie que explora una relación de autodescubrimiento gay entre el príncipe de Suecia y un joven plebeyo mientras asisten al mismo colegio.

miércoles 02 de noviembre de 2022

La serie sueca de dos temporadas se desarrolla en un internado donde asisten hijos de las familias más aristocráticas del país, entre los que se encuentra el heredero al trono. Un adolescente que se enamora de un compañero de clase, abiertamente gay, de raíces latinas, y miembro de una familia disfuncional y humilde, que concurre al establecimiento gracias al otorgamiento de una beca.

Publicitada como un cruce entre la inglesa The Crow y la española Élite, Jóvenes altezas (Young Royals, 2021/22), a la que su título no le hace mucho honor, es un poco eso, pero, con muchos matices y mucha sutileza. Lo que se cuenta no es la realidad que atraviesa la familia real sueca, o al menos públicamente, pero si, como en The Crown, pone en conflicto la tensión que existe entre la vida pública y la privada en ciertos sectores sociales de poder.

El príncipe adolescente Wilhelm (Edvin Ryding) termina en el prestigioso internado (ficcional) de Hillerska, que se parece a Las Encinas de Élite, una institución educativa para chicos ricos pero que para lavar culpas también beca a un puñado de pobres, entre ellos al plebeyo, hijo de inmigrantes, socialista y gay, Simon (el astro pop Omar Rudberg), de quien Wilhelm se enamora profundamente. Algo sucede en la familia real y el joven muchacho que solo era un príncipe más pasará a ser el heredero al trono y es ahí donde se ve obligado a elegir el camino entre el amor o el deber. La primera temporada inició con el joven monarca en el internado de Hillerska y al final de los episodios, escándalo mediante, tuvo que decidir entre la corona y su nuevo amor. La segunda temporada se centra en la resolución del escándalo, mientras las tensiones y la incomodidad persisten en el aire.

Como en Descubriendo el amor (Fucking Åmål, 1998), del también sueco Lukas Moodysson, donde la puesta en escena hacía foco en aquellos pequeños gestos por sobre la grandilocuencia, en Jóvenes altezas ocurre lo mismo. Todo es mucho más sutil y delicado que en Élite o Gossip Girl y podría emparentarse con Love, Victor o su antecesora Love, Simon (2018). Plagada de gestos y miradas cómplices que crean una sútil tensión homoerótica sin la necesidad de recurrir al regodeo visual injustificado.

Jovenes altezas, un melodrama adolescente escandinavo, le escapa a frivolidad que pareciera proponer, intenta capturar los miedos y dudas en la adolescencia de manera honesta y sin demasiadas pretensiones. Con tópicos como el autodescubrimiento y la aceptación, no tanto de parte del otro sino más bien por uno mismo, Jóvenes altezas, es mucho más noble que aquellos que se creen parte de la nobleza, aunque no lo sean.  

8.0
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