Un vasco al frente del festival vallisoletano

Javier Angulo y su visión detrás del Festival de Cine de Valladolid

Además de su origen vasco y de ser un eterno periodista, está dirigiendo el Festival Internacional de Cine de Valladolid (que concluye estos días) desde 2008 y estuvo en Buenos Aires –por enésima vez- este año como Jurado del BAFICI. EecribiendoCine charló con él de manera exclusiva.

Javier Angulo y su visión detrás del Festival de Cine de Valladolid
viernes 28 de octubre de 2022

La 67° Semana Internacional de Cine de Valladolid, más conocida como la SEMINCI está a punto de concluir. La Argentina tiene una presencia muy destacada en la misma. En la Sección Oficial de Largometrajes compite Clementina la Ópera Prima de Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu, en la sección Punto de Encuentro aparecen los largos Carrero de Fiona Lena Brown y Germán Basso y Cuando la miro de Julio Chávez y Mariano Biasin. Mientras que en el rubro Tiempo de historia se verá la coproducción con España,  el documental La tara de Amparo Aguilar. Por su lado en la Sección Oficial de Cortometrajes se exhibe Ida de Ignacio Ragone y en Punto de Encuentro el corto The Spiral de María Silvia Esteve. Además en el Jurado Internacional uno de sus integrantes es el periodista y director del ARFECINE (Festival Internacional de Cine Religioso en Buenos Aires) el colega Pablo De Vita. 

La Seminci nació un 20 de marzo de 1956. Y hace 15 años se encuentra al frente en la Dirección el bilbaíno Javier Angulo Barturen. En septiembre de 1995 durante el transcurso del 43° Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en el País Vasco, presentó en los salones del Hotel María Cristina, el Número 1 de la revista especializada Cinemanía. Él fue uno de sus creadores y fundadores y la dirigió hasta 2006. Y esa tarde se dio el lujo de tener como madrina y anfitriona de la presentación a la muy jovencita actriz londinense Emma Thompson, quien estaba en el pináculo de su fama. Y además era la foto de la portada de Cinemanía. Fue guionista y codirector de los documentales La pérdida (con Enrique Gabriel, 2009) y La maleta de Helios (con Nacho A. Villar, 2019). En el último festival BAFICI, integró el Jurado Internacional. 

Periodista y vasco, está al frente de un festival de cine bien español. Y así lo explica: “Soy periodista y ahora mismo no estoy ejerciendo de periodista. Pero moriré periodista. Soy vasco, me siento vasco y moriré vasco. Lo cual no quiere decir que no sea parte del sentirme español al mismo tiempo. No soy nacionalista, pero siento mi tierra muy dentro porque tengo una determinada manera de ser que es muy de mi tierra, que es del País Vasco. Lo cual me ha abierto muchas fronteras, muchos sitios, porque en general los vascos en España caemos bien, salvo en la época de ETA. Que en fin que aquello fue como un paréntesis”. 

¿Cómo han sido tus comienzos en el periodismo¿ ¿Has estudiado de manera académica?
Yo hago la carrera de Periodismo en la Universidad de Pamplona, Navarra, y ya a los 16 años trabajaba en un periódico como aficionado. Paralelo al estudio seguí trabajando e hice un periodismo local, trabajaba en una emisora de radio, en un periódico de música. Era un loco ya del cine. Veía 3 sesiones seguidas, porque nos daban a los alumnos bonos gratis para entrar a ver las pelis. Y como mis padres que se vestían bien para ir al cine, yo quería ser mayor para salir al cine. Yo nunca he sido un gran cinéfilo como aquellos que se saben todo el cine de (Akira) Kurosawa como si fuera, digamos la lista de godos, pero he visto mucho cine desde pequeño, me gusta mucho el cine y se algo de cine. Pero soy un periodista de cine, nunca he sido crítico. Pero antes he sido periodista de política en la redacción del comienzo del diario El País. Yo pertenezco a una generación en la que la televisión era en blanco y negro, y salvo alguna serie como Ironside o El Fugitivo, no había nada que me interesara. La vida estaba afuera, en color y estaba en el cine. No en la televisión. Además la tele no era divertida, era un horror (risas). Al revés que ahora que la televisión y las Plataformas atraen más a los chicos que las otras pantallas. 

¿Y cómo llegas a fundar y dirigir una revista de cine como Cinemanía?
En los años noventa cambié de sección y empecé a llevar el Suplemento Dominical que es una revista. De esa revista salté a un semanario de información política. Y en el año 94, el periódico El País se metió en el negocio de diferentes medios. Creo un grupo de comunicación y entró también en intereses en el mundo del cine. Entonces Juan Luis Cebrián que era el director del diario me encarga que haga un proyecto de una revista de cine. Yo hice todo el esquema, todo el diseño, tenía todo pensado y el nombre era Cinemanía. Y yo quería proponerles el nombre de un director, dado que yo estaba al frente de otras revistas del Grupo Prisa, y me plantean: Por qué no la diriges tú. Tu eres de una generación de cine, a ti te gusta el cine, ¿porque no lo haces tú que ya has hecho el proyecto¿ Y en el año 95 fundé Cinemanía y me metí en el Mundo del Cine. Y comparando con el mundo de la política, el mundo del cine me pareció naif. Me pareció como un juego de chicos. 

Y así y todo, al día de hoy que se habla de picas, de entuertos, de trampas, de grietas, en el cine también entró en todo eso.
Pues sí hombre, claro que sí, que lo hay. Luego lo vas descubriendo. El cine también tiene sus trampas. El cine tiene sus amores y sus odios. No hay término medio. Pero es todavía una materia con la que trabajas en la que la imaginación y los sueños funcionan. Todavía. Y estar en contacto con quienes crean las historias y quienes las interpretan, eso es muy atractivo, que no nos vamos a engañar. Porque no todo siempre es glamour. Hay muchas historias muy íntimas. La gente por ejemplo piensa que estos actores están siempre de fiesta, siempre pasándola bomba. ¡Perdón! Los actores son trabajadores que a veces cuando tiene una película o una serie, se levantan a las 6 de la mañana, a las 8 están en el set de rodaje y a las 12 de la noche ya acaban con las frases del día siguiente. ¡Cuidado! Es una profesión muy seria y muy delicada, que a mí me apasiona. Estoy preparando un libro sobre el mundo del cine. Que se llama Adorables Cómicos. Y lo que se trata de ver como en el cine hay cantidad de chicos y chicas que sueñan con ser actores y actrices desde que son muy pequeños. En general por lo que yo estoy viendo, detrás de cada actor o actriz, hay un tímido o una tímida profunda. En el colegio han sido o los marginados y los raritos, o los líderes. O los payasos. O sea: o han llamado la atención o han estado escondidos. ¿Por qué han elegido la profesión¿ Porque un actor o una actriz siempre tienen a mano un papel en donde esconderse, dando ida a otro que no es él. Y eso es apasionante. Y en España se le dice Cómicos a los comediantes a los que cuentan historias cómicas o dramáticas. No es alguien que hace humor o comedia. Y es en general los del teatro y los del cine. Es un término un poco antiguo pero a mí me gusta. He recogido una multitud de testimonios a lo largo de los años. Tengo como cuatro carpetas llenas de recortes. 

Tu carrera en relación al cine puede asentarse en 4 partes: una como periodista, la otra como programador, la tercera como Jurado y la cuarta como director. ¿Cómo conjugas esas cuatro caras?
Pues si son cuatro patas. Y la última es la que me ocupa mucho, aunque no soy un cineasta como tal. Yo soy un periodista que le gusta el cine, que está metido en el mundo del cine, y que cuando ve que hay una historia que nadie la ha contado, y que yo no la puedo contar como periodista, hago un documenta. Por ejemplo, ¿vale¿ Entonces el documental es como una prolongación de mi vida periodística pero ya metida en el mundo del cine. Las dos películas que he hecho son referidas al exilio. El exilio, que desde el tiempo de los griegos es la mayor tortura que se le puede hacer al ser humano. 

Ese primer documental, “La pérdida (La generación ausente)”, lo codirigiste con el argentino Enrique Gabriel en 2009. ¿Cómo fue esa relación?
Por empezar yo no soy un realizador cinematográfico. A mí me faltan muchos elementos. Yo puedo juzgar, pero de ahí adonde pongo la cámara me lo imagino. Lo que sí sé es cómo yo quiero rodar. Y sobre todo en las películas que son muy testimoniales, yo soy el que les hace las entrevistas a los entrevistados y mirándolo a los ojos y a un metro de distancia. 

¿Vos no habías tenido ninguna experiencia previa de filmar, ningún corto por ejemplo?
Yo no había hecho ningún cortometraje…

Solamente estar en rodajes de otros como periodista…
Si, en muchísimos. Si había rodado con mi cámara de 16mm para televisión. Sabía contar el qué, cuando, donde, cómo y por qué, de una noticia. Pero me faltaban elementos para hacer bien mi trabajo y en la primera conté con Enrique Gabriel que es argentino y vive en España hace muchos años. 

¿Y cómo se eligieron ustedes?
Una vez yo venía muy tocado de Buenos Aires a Madrid, contándole la historia que se me había ocurrido, que es La Perdida y que al final era descubrir que en el Mundo había argentinos súper importantísimos, que el país los había perdido para siempre. Y soñé que los traía, y que una noche estaban de reencuentro y celebración entre ellos en el Tortoni, y al día siguiente ocupaban la primera fila en el palco del Congreso de los Diputados, donde la cámara los enfocaba y decía este sí que debería ser que toda esta gente gobernara este país. (Risas). Eso no pudo ser. Se cambiaron mucho las cosas y la película ha tenido mucho éxito y fue premiada en La Habana. Y la segunda película vuelve a hablar del exilio. Y no hay que olvida que en Argentina se ha perdido una generación entera: a muchos lo mataron y a otro los exiliaron. 

Vos has sido -y aun lo sos- programador de films para festivales y en esta ocasión has sido Jurado en el BAFICI. ¿Cómo es el tamiz de la elección, cambia mucho tu visión?Poco. A mí me gusta que las películas me conmuevan. Eso es lo que busco, que la historia que me cuenten me conmueva. Me llegue, me toque por dentro. Que me permita ver una realidad que yo no conocía, que me permita ver el mundo desde otro ángulo. Que me permita ver una historia humana, o de amor, desde otra esquina con una visión de la cual yo no imaginaba. Yo tengo que salir del cine conturbado, tengo que sentir que tengo que digerir eso que me han contado. Eso es el elemento número uno para elegir una película. 

¿Y dónde entraría esa cuestión de que “me hizo llorar pero la película tiene fallas…”?
Ahí es adónde iba. Luego lo que busco es que la historia sea creíble, que las interpretaciones sostengan bien la película, que no utilice vericuetos ni trampas. Entonces desde el momento que me ha atrapado la película, solo estoy deseando que llegue el final, y que el final sea creíble, no sea blando, no sea fácil, que no sea un happy end, y me mantenga todo el interés. Que los diálogos estén bien escritos, sean correctos, sean verosímiles, en fin. Hay películas que yo no las he visto, y mi equipo sí. Y viceversa, ellos no las han visto y yo sí. Yo tiendo a ser bastante dictador, porque los palos me los llevo yo si las cosas no gustan, por eso exijo ver las películas que eligen. Yo veo todas las pelis que se programan. Pero verla no significa considerarla como la consideran los demás. Y a veces impongo una película que solo me gusta a mí. Y afortunadamente en un porcentaje muy alto, acierto. Nosotros en la Seminci somos 10 personas valorando las películas. Por ahí no puedes ver la totalidad de las películas. Yo al año me veo por lo menos 300 películas. Pero, bueno, puedo fallar. Pero en general tengo buena intuición. Una película me parece que tiene que tener dos partes. Una, que me impresione a mí, que a mí me llegue y me conmueva. Y dos, que piense que le va a llegar a la gente, que le va a gustar, que la va a entender. Que le va a producir lo mismo que a mí me produce. 

Cuando vas a un festival, ya fuera como jurado o invitado, cuando ves una película, ¿ya la ves pensando a ver si la programás?
Acá también hay dos partes. Una: yo siempre que voy al cine desde que era pequeño cuando se apaga la luz de la sala y comienza la proyección, siempre voy pensando que me van a seducir con una buena historia. No voy con prejuicios. Nunca, nuca, y sea el director que sea. La segunda: si además la historia está bien, pienso en el espectador, pienso en una película que se sostenga. Y no lo oculto, y confieso que también pienso en el crítico: “Como programe esta película, joder, me van a dar con todos los palos en todas las esquinas!”. Los riesgos tienen eso. Es una mezcla de mis gustos, los gustos del entorno de mi equipo, los gustos que entiendo que tienen que ver con la gente, y los riesgos que hay que tomar a veces en la programación. Yo en mi festival lo que programo es cine de autor, cine artístico pero amplio. Mi festival no es del tipo de autor extremo, experimental. Ahí están los festivales de Rotterdam, de Sevilla, de Gijón, en cierto modo el BAFICI. Quiero que las películas le puedan gustar a gente de mi generación y a chicos jóvenes. De hecho cuando yo llegué al festival de Valladolid, concurrían 40 mil espectadores y ahora hay 110 mil. Y ahí hay muchos universitarios y gente joven. 

¿Qué queda hoy del Javier Angulo periodista en estas actividades?
Siempre está detrás. Yo sigo pensando como periodista. Cada vez que tengo que hacer un proyecto, ya sea de una película, ya sea de una planificación para el Festival, para Valladolid, ya sea un informe para venderle a una productora tal cosa; siempre empiezo con el esquemas “¿qué voy a contar¿”, ¿quién, cuándo, cómo, donde, por qué¿. Esas son las seis preguntas básicas del periodismo. Esa es mi estructura mental. Y ese esquema lo uso para todo. Incluso para una intervención con el público. Y además está la curiosidad, como debe ser cada periodista que se precie de tal. A mí me interesa todo. La curiosidad no tiene límites. 

¿Cómo ves hoy el cine en general, el español en particular y también el latinoamericano?
Hay un elemento que yo creo que es lo más significativo que yo veo y detecto en los último 5 o 10 años, lo más relevante para mi es la presencia imparable de la mujer en el cine. Como realizadoras, como guionistas, es imponente. En mi festival desde hace tres años, todos los premios de las secciones oficiales en competición las ganaron mujeres. Cada día más se están imponiendo en España las películas de mujeres. Están y haciéndose de manera imparable desarrollándose con su territorio en el cine. Es que tiene n otra mirada muy distinta a las de los hombres. Y hay mucho público para ver ese cine. Ese sería el fenómeno más grande que yo veo. 

¿Y qué más te parece también significativo?
Lo que estoy viendo también que hay un cine muy repetitivo. Estoy viendo directores que quieren ser (Pedro) Almodóvar, directores que quieren ser (Quentin) Tarantino, directores que quieren hacer un tipo de cine repetitivo que es ese el que a mí no me interesa. Otro fenómeno es el poder de la televisión. De las plataformas y el cine hecho para televisión. Que ya no es hecho para televisión. Es cine. Abre ya las fronteras. Las películas, las series están arrasando. Las actrices y los actores trabajan para todos los medio indistintamente. Y la cuestión del Home Cinema, el cine en casa que está acabando con las salas. Hoy se hace un cine casi “a la carta”. Y yo que soy de los que defienden el cine en salas, como combatimos todo esto, llevando a los niños para que de pequeños se deslumbren con la pantalla en la sala y no viendo la pantalla de la tele o el led en su casa. Durante nuestro festival estamos metiendo 30 y 40 mil niños durante cinco días en todas las salas de cine. Y cuando van muchos grupos de colegios. Y cuando oyen  ese sonido, y las imágenes en grande, ¡Flipan! Nunca han visto un espectáculo así en su vida.

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