Crítica de "Mi país imaginario", Patricio Guzmán cuando la revolución no fue un sueño eterno

El 18 de octubre de 2019 comenzó un estallido social en Chile por una medida mínima: la suba en el pasaje del metro. Fue la reacción espontánea de la población civil a décadas de inequidad y falta de justicia social. Fue la gota que rebalsó el vaso. La revuelta, que duró seis meses, atravesó capas sociales, edades y ciudades. Chile había despertado y no iba a parar hasta conseguir un nuevo proceso constituyente, que anulara la constitución escrita durante el gobierno del dictador Pinochet y redactara una nueva constitución democrática.

Luego de la trilogía conformada por Nostalgia de la luz, El botón de nácar y La cordillera de los sueños, el director de La batalla de Chile vuelve a filmar en su país natal y lo hace con ese tono que caracteriza una obra que entrelaza la brutalidad con la épica, lo humano con lo mitológico, y lo personal con lo universal. Guzmán no estaba en Chile cuando la revolución comenzó para filmar aquellas primeras piedras lanzadas al aire por jóvenes estudiantes, Imágenes que dieron la vuelta al mundo gracias a Internet y la televisión. Y frente a una gran decisión estética no vuelve sobre lo ya visto hasta el hartazgo, sino que le cede la palabra a quienes fueron partícipes en los hechos para así reconstruirlos. Una veintena de mujeres le ponen voz a las imágenes que no pudo tomar y que de alguna manera lo sitúan también a él en el frente de batalla.

Guzmán siente y está convencido de que ese es el país que siempre imaginó. Escucha de cada una de las entrevistadas sus experiencias personales y las convierte en universales. No estaba cuando comenzó el fuego, pero ellas lo llevan de vuelta a ese momento. Y mientras tanto sigue filmando. Un plebiscito por la reforma constitucional con el 80% de aprobación, el triunfo del candidato de izquierda Gabriel Boric en las elecciones presidenciales. Un Chile cansado de las políticas neoliberales, la exclusión y la inequidad social parece haber quedado atrás.

Mi país imaginario era una película esperanzadora que mostraba a una sociedad dispuesta a dar una vuelta de página y comenzar de nuevo. Pero… como una imprevisible ficción que fue superada por la más cruel de las realidades, la película envejeció en tiempo récord y todo parece haber sido parte de un sueño o pura ciencia ficción. El pasado 4 de septiembre un plebiscito rechazó la nueva constitución con el 60% de los votos y el país que Guzmán había imaginado, y que por fin parecía convertirse en realidad, fue solo el comienzo de una fogata que el veloz paso del tiempo extinguió. ¿Continuará?