Crítica de "Girasoles Silvestres" y las experiencias sentimentales de Jaime Rosales

Con una preciosa banda sonora en la que se integran temas de Triana como "Tu frialdad" o "Yo se de un lugar", al alimón con fragmentos de óperas muy conocidas, la historia trata sobre la vida amorosa de Julia, una joven madre, que viene de una separación y que irá sufriendo en carne propia las consecuencias que traerán a su vida sus nuevas parejas. Estas son muy distintas unas de otras y traerán consecuencias de diversa índole a su ya complicada existencia.

Girasoles silvestres es un viaje por un mundo de emociones, de tropiezos, de aprendizaje, de cómo a medida que transcurre la vida, de la misma manera que uno va cambiando, también va cambiando la persona que necesitas a tu lado. Esto es lo que le pasa a la protagonista, que se complica en segunda instancia con Oscar, magistralmente interpretado por Oriol Pla, un tipo violento sin oficio ni ganas de tenerlo, y cuya mayor afición es cultivar sus músculos y tatuarse cada dia. La de ambos es una relación tóxica, que enfrenta a Julia otra vez a volver al punto de partida con el padre de sus dos hijos a Melilla desde el barrio de Barcelona donde se crío la propia Anna Castillo.

Girasoles silvestres es una historia con muchas aristas, que también toca el tema del maltrato desde un punto de vista tajante y objetivo, y sobre todo sin victimismos, que es lo que querían transmitir desde el guion. El hecho de que te tropieces en tu vida con un energúmeno salvaje, no tiene por qué convertirte en carne de cañón para el resto de tus días. Al final de la cinta abre otro análisis, sobre la madurez emocional que su protagonista va adquiriendo en ese espinoso camino que le ha tocado enfrentar.