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Crítica de "El otro Tom", drama familiar de Rodrigo Plá y Laura Santullo

Los temas referidos a distintos padecimientos físicos, emocionales o discapacitantes, casi siempre son mostrados en el cine como historias de superación. Hay un importante nicho de relatos acerca de personas que logran seguir adelante a pesar de sus condiciones de salud, enfrentando múltiples barreras como la incomprensión de las demás personas, el propio tema médico, los tratamientos dolorosos, entre otras.

viernes 09 de septiembre de 2022

En el caso del tema de la salud mental y otros trastornos neurológicos, la mirada cinematográfica ha abarcado poco. Y no en todos los casos se aborda a partir del triunfo frente a la adversidad, sino generalmente se hace desde el género de drama o melodrama.

De inicio, este parecería ser el caso de El otro Tom (2021). Un drama familiar que gira en torno a Tom, su madre soltera y la incomprensión social de lo que es ser un niño que vive con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).

Sin embargo, Rodrigo Plá y Laura Santullo – quienes  codirigen y también escribieron el guion de la cinta- deciden ampliar la mirada e incluso hacer algunas denuncias en relación con el asunto.

No sólo se trata de mirar las problemáticas que enfrenta una madre y su hijo en una situación que se ve terriblemente agravada por su condición precaria como migrantes en Estados Unidos. La cinta en realidad, no se enfoca en el padecimiento, sino en el entorno. Describe de manera muy real y honesta la lucha que libran quienes deben enfrentar además de sus propias circunstancias, la discriminación, la intolerancia y el prejuicio. Esa idea tan difundida, de tener que encajar en una pretendida “normalidad” a costa de lo que sea.

La historia nos lleva acompañar a Tom y su madre en ese proceso de encontrar su propio balance, y en el de transitar hacia el “deber ser” que se les impone desde afuera. Y esa presión proviene de todos lados: las personas, la escuela, las instituciones. Por su parte Santillo y Plá, no sólo denuncian la discriminación, también aprovechan para construir un fuerte mensaje condenando la medicación excesiva de niñas y niños, los diagnósticos apresurados, la falta de atención adecuada.

Lo interesante es que el relato describe del sistema estadounidense, que no está exento de actuar de manera excluyente hacia las y los migrantes y de ejercer violencias – a veces no explícitas- en la atención de padecimientos como éstos, donde las familias no tienen a quien recurrir o no cuentan con los recursos para pagar apoyo legal.

El otro Tom habla desde esta tragedia, pero no por ello la cubre de drama o de desolación. Nos permite acompañar a esta joven madre y su hijo, nos muestra lo complicado de su situación, pero también nos muestra su salida, la forma en que se deciden las soluciones, las opciones de las que se disponen.

Y ello, al final logra crear una película que sacude pero no muestra el dolor de manera innecesaria.  El público no sufre con quienes sufren. Entiende que lo que necesitan es empatía, y eso no todas las películas con estas temáticas lo logran, de ahí su valor para mostrar las aristas de un asunto tan complejo.

El otro Tom es, por tanto, una mirada honesta y no condescendiente acerca de la salud mental, de los trastornos de la conducta y de la necesidad de abordarlos desde otra trinchera: la del respeto y la

7.0
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