Sobre un caso real que ocurrió en Rosario en 1980

Lucas Combina estrena “Un crimen argentino” basado en el libro de Sietecase

En esta nota el director nos cuenta sobre los desafíos de la transposición, la visión federal de la producción, los mitos urbanos que todavía genera esta historia y posibilidades de una reinvención del policial nacional en épocas de plataformas, entre otros temas muy interesantes que nos dispara el film.

Lucas Combina estrena “Un crimen argentino” basado en el libro de Sietecase
domingo 21 de agosto de 2022

La película está basada en la novela homónima del rosarino Reynaldo Sietecase sobre un caso criminal real que ocurrió en Rosario en 1980 y su investigación en pleno contexto de dictadura. Se trata de un thriller policial de época con guion de Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti; interpretado por Nicolás Francella, Matías Mayer, Malena Sánchez, Luis Luque, Alberto Ajaka, Rita Cortese, César Bordón y con la participación especial de Darío Grandinetti.

¿Cómo llegas al libro de Reynaldo y cómo surge la idea de hacer esta película?
La idea surge de Juan Pablo Buscarini, mi director ejecutivo. Él, al ser de Rosario, conocía a la perfección esta historia que siempre lo atrapó, incluso ya había tenido contacto con la familia; también es muy amigo de Sietecase. A mí ya me llega el libro cinematográfico adaptado y me pareció impactante, también me interesó los distintos puntos de vista que tenía, más el condimento de estar basada en una historia real, que le da un plus importante. Hay un momento de la historia que todo parece ficción y, justamente, lo que más parece ficción es lo más real. Por otro lado, me interesó esa mirada más federal a la hora de hacer cine –y esto se ve mucho en Buscarini-, no solo por la historia, sino por la decisión de rodar en esos espacios y no recrearlos en Buenos Aires. Creo que responde a un interés de que el cine se abra un poco, también esto se está viendo en otras provincias y está muy bueno.

¿Cuál fue el mayor desafío de la transposición? ¿Cuáles eran los ejes que querías mantener en el paso de un lenguaje literario o judicial a otro cinematográfico? 
A mi la novela me sirvió sobre todo para la composición del personaje principal que interpreta Darío Grandinetti, también para los otros personajes protagónicos. La novela retrata un pasado y su historia, el guion se centra más en el caso. Los desafíos eran varios: por un lado, darle credibilidad al caso policial; por otro, generar un thriller policial atrapante e intrigante por más de que la historia se conozca, también tener la posibilidad de adaptación a una época que es muy conocida por los argentinos y a espacios muy conocidos por los rosarinos. Porque, si bien la película no es sobre la dictadura y no queremos focalizarnos ahí, es un contexto que atraviesa la historia. Es probable que no se hubiera dado de esa manera esa historia en otro contexto.

Me interesó mucho cómo está planteado en el film esta cadena o nudo de ilegalidades, por decirlo de alguna manera: el supuesto delito en sí, el accionar de la policía más el contexto de acción militar latente más otra cuestión no explícita, pero quizás presente en el imaginario sobre la ciudad de Rosario, que es el tema de la mafia. ¿Cómo lo pensaste?
Lo pensamos mucho y le dimos mucha importancia. Si la policía buscaba la verdad en otro contexto seguro se daba de otra forma. Hay un acto heroico del juez y sus agentes al buscar algo de justicia o de verdad en esa época. Incluso aunque ellos no lo supieran. Además, era una época donde las personas desaparecían y tuvimos muy presente esta idea a la hora de construir el relato sobre otra desaparición. Todo estaba muy contaminado con las formas de actuar de esta gente y ahí nos focalizamos. Era mucha la interferencia todo el tiempo y también eso hace particular a la investigación. 

¿Cómo fue la elección y trabajo con los actores?
Desde el principio fantaseábamos con un elenco grande porque sabíamos que la película lo necesitaba. Hay mucho diálogo anclado en lo judicial y necesitábamos sostener eso más allá de las escenas de acción. Se trabajó siempre en la idea de poder tener dos generaciones de actores fuertes. Por un lado, ese power trio formado por Malena, Nico y Matías, que interpretan a los jóvenes que están arrancando sus carreras en lo judicial y, por otro lado, teníamos otros personajes que nos daban la posibilidad de tener actores consagrados, de otra generación, como Rita Cortese, Luis Luque o Grandinetti, que ya sabes cómo podés vincularlos. La idea era poner actores nuevos y “viejos” o grandes en la misma sintonía. Después, hablamos mucho sobre el ámbito judicial, sobre las charlas de pasillo, esto de que el juez tuviera como una postura más paternal con ellos, como sucede quizás más en los abogados. Incluso cuando íbamos a buscar las locaciones veníamos cómo todo estaba “muy charlado” en esos lugares; nosotros queríamos generar esas capas en los personajes. Después, con “los malos de la época”, con Ajaka, los fuimos construyendo en base a personajes reales, por que hay mucho conocimiento de la época. 

¿Es muy conocida esta historia de Rosario? Quizás en Buenos Aires no tanto.
Me pasaba algo muy curioso en el rodaje. Cuando se enteran de la película, había gente se acercaba y quería hablar conmigo para aportar datos a la historia que supuestamente nadie conocía, sobre todo los mayores. Hay como un mito urbano con ese tema: todos te cuentan un montón de cosas, pero que al mismo tiempo no coinciden entre sí. Hay cosas que sí, pero otras que no tienen nada que ver (risas). De todos modos, esa construcción de esos relatos también está muy buena para la película, porque genera curiosidad, preguntas y después comentarios. Por supuesto que con algunos coincidiremos y otros quizás salgan desilusionados. 

Yendo a ciertos códigos del género policial que concretamente que aparecen en el film, ¿querías tomar elementos de algún director en particular, reconoces alguna influencia o te inspiraste en alguna película para construir los personajes?    
Creo que son influencias que uno va tomando. A mi me gusta mucho el cine de Martin Scorsese, de Tarantino o la película Pecados capitales/Seven (David Fincher, 1995) que, no solo me marcó, sino que uno vuelve como si fuera una biblia del policial. En Un crimen argentino los dos investigadores tienen cosas en común como su trabajo o su generación, pero también muchas diferencias. El personaje de Grandinetti lo ve enseguida y lo define a uno como peronista y al otro como radical, también puede ver cosas que ellos no. Me gustan esas líneas de los personajes, y esas capas del relato.  

Quizás por el hambre del True Crimen de las plataformas de streaming, ¿te parece que hay un renovado interés por policial nacional?
Las formas de matar también nos identifican como sociedad. Todos, todo el tiempo estamos buscando historias e intrigas propias. Contundentes, reales, pero sobre todo nuestras. Hay un interés por ese cine y en Argentina estamos buscando y encontrando nuestras propias historias y formas de contarlas. 

¿Qué recorrido le espera a Un crimen argentino?
Se estrena el 25 de agosto en cines. Hay una apuesta fuerte de Warner en la vuelta al cine y que esta película se pueda ver en salas. También nosotros estamos viendo que, después de la pandemia, y esto también se da en el caso del teatro, hay un interés y acercamiento de la gente a las salas. Después, hay un compromiso de HBO MAX que también presenta la película. Para mis las dos instancias están buenas. Obvio que se trabajó para que se disfrute en una pantalla grande: hay una puesta en escena de época, vestuario, maquillaje, foto, etc., pero también está bueno ese segundo estreno en una plataforma con otro alcance de espectadores.

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