Salas

Crítica de "Fantarias", Romina Richi y el universo creativo de Alfredo Arias

Una película que a partir del registro de los ensayos de la obra "El Tigre", permite universalizar su mensaje sobre el proceso de creación y el dolor de aquellos que debieron emigrar, por elección u obligación, sin poder olvidar su lugar de origen.

miércoles 13 de julio de 2022

“A veces pienso que mi teatro es el teatro de un exiliado, de alguien que se fue pero se quedó”, dice en off el mítico Alfredo Arias en una de las primeras escenas de Fantarias (2021).

A continuación asistiremos a la construcción, en equipo, de una de las obras más particulares del artista, en donde pudo conjugar música, literatura, historia de disidencias, vestuario, en un espectáculo único sobre el amor por el país y el cine de antaño.

La cámara de Richi, hábilmente, se esconde en los ensayos, en esos lugares en donde todo comienza a suceder. Detrás de las cortinas, al lado de una silla, rápidamente como espectadores nos convertimos en un miembro más del equipo que está poniendo a tono la obra y queremos bailar y cantar junto a ellos.

La vertiginosidad con la que se comienza a ensamblar el show, se debe también a un ajustado mecanismo de edición, el que, en sintonía con la narración en off, va sumando personas/personajes, para así completar el abanico de personajes con los que conviviremos por un tiempo, al menos hasta que los títulos finales aparezcan.

Fantarias, construye su sentido en las frases de Arias, pero también en cada una de las pasadas de letra, en la invención de coreografías, en las pruebas de vestuario, en el exigente proceso de adaptación de los protagonistas a otra lengua, y desde allí, desde ese detrás de escena, todo comienza a cobrar sentido.

La persistencia del trabajo y el esfuerzo, la obsesión de una de las protagonistas por manejar el francés a la perfección, la relación entre el elenco, los metros de París, el teatro, las anécdotas, la risa, una idea de trabajo en equipo que comienza a vislumbrarse con pequeñas escenas en donde todos comparten la mirada del director.

Arias se convence de sus ideas cuando ve al otro hacerlo, en un proceso de doble feedback con el que la película comulga, y en donde la sensibilidad e inteligencia de la directora, también responde a su propia vinculación con el arte. No es cualquiera la que está llevando adelante la titánica tarea de mostrarnos a Arias y  un equipo de seres humanos esforzándose por sacar adelante un proyecto que les permitirá, una vez más, acercarse a su tierra desde otro lugar.

“Siempre me pensé como un niño que ama al cine escondido en el teatro”, dice Arias, único, en su proceso de tirar máximas y Richi, en la propuesta, emulando esta reflexión pero convirtiéndose ella en una niña que ama al cine escondida en el teatro, registra todo con su inteligente puesta de cámara.

Y en ese doble juego, de amantes del cine y el teatro que están construyendo obras, uno una pieza teatral, la otra una película, la reflexión sobre el acto creativo, sobre la pasión cinéfila depositada en proyectos, y en la exigencia como vector del desarrollo de un espectáculo, se termina por desarrollar una potente historia sobre cómo, en definitiva, el arte permite superar barreras y momentos de desesperación, y en donde el homenaje a un hombre que siempre siguió mirando hacia su país, se deconstruye, evitando solemnidades y lugares comunes.

8.0
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