Crítica de "Las rojas", un western feminista con Natalia Oreiro y Mercedes Morán

Carlota Schönfeld-Müller (Mercedes Morán) es una reconocida paleontóloga que tiene a cargo un área reservada de 12.000 hectáreas mientras investiga una extraña especie animal. La fundación que financia su investigación sospecha de la veracidad de los avances presentados como del dinero gastado y envía a Constanza Córdoba (Natalia Oreiro), otra paleontóloga, para seguir el caso de cerca y elaborar un informe. La rispidez inicial por la desconfianza se verá resignificada cuando ambas mujeres deban enfrentarse a un tercer investigador: Freddy (Diego Velázquez), un personaje sin escrúpulos capaz de cualquier cosa para salirse con la suya.

El guion del propio Matías Lucchesi y Mariano Llinás se basa en la leyenda sobre el hipogrifo, un animal mitológico mezcla de águila, caballo y león, y a partir de ahí construyen un western feminista con una vuelta de tuerca hacia lo fantástico, donde el empoderamiento, la sororidad  y la violencia de género son la columna dorsal de una historia oscura atravesada por el medio ambiente, la ecología, los mitos y las leyendas.

Filmada en Uspallata y Potrerillos en la provincia de Mendoza, donde el paisaje funciona como un protagonista más gracias a las panorámicas de Ramiro Civita, y la música de Hernán Segret como generadora de climas, Las rojas (2021), que no hace referencia a un apellido ni a un lugar sino a unas cruces rojas en un mapa para señalar un lugar, es una película que a diferencia de mucho lo que se ve últimamente en el cine argentino asume riesgos estéticos, artísticos y narrativos, yendo del más puro realismo a lo fantástico sin correrse del eje, trabajando desde lo ancestral  tópicos de la agenda actual, y apostando por una narrativa seca, amarga, con dos actrices que le ponen el cuerpo a sus personajes, donde lo no dicho vale más que las palabras.