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Crítica de "Norma Aleandro, el vuelo de la mariposa", buenas intenciones que no alcanzan

El cineasta documentalista Carlos Duarte Quin ("Jaime Urrutia: La fuerza de la costumbre") elige continuar con su serie de películas homenaje, en esta oportunidad, con una de las figuras máximas de la interpretación nacional, configurando en "Norma Aleandro, el vuelo de la mariposa" (2020) una semblanza de la artista, con algunos altibajos y traspiés.

miércoles 08 de junio de 2022

“Soy actriz porque no conocía otra cosa” dice en una de las escenas del film Norma Aleandro, “lo sigo eligiendo”, suma en otra parte, “me da miedo que digan soy feliz arriba del escenario”, reflexiona sabiamente en otro segmento. Entre archivos, la narración en off de la actriz, sentencias como las anteriormente citadas, la carrera de la actriz, que supo tener una cantidad de éxitos alejada de los medios más sensacionalistas, se va cristalizando.

El cineasta sabe que tiene en la sola presencia de la actriz material para hacer una infinidad de documentales, pero en vez de concentrarse en algún aspecto en particular, y a partir de allí potenciar testimonios, entrevistas, e imágenes mediatizadas, delinea perfiles, presenta figuras cercanas a ella, olvidando, tal vez, el necesario ordenamiento que un discurso cinematográfico debe poseer para su verdadero disfrute.

No estamos frente a una miniserie documental, o una película episódica, al contrario, estamos frente a un relato que se nutre de la esencia de la actriz que supo conquistar al mundo del cine, pero que tuvo en el teatro una carrera notable, plagada de aciertos y con un cantidad de discípulos y admiradores inimaginables. Lamentablemente Duarte Quin naufraga entre el deslumbramiento propio y ajeno por la figura que enfrenta, olvidándose de reforzar hipótesis y representando el mundo privado de Aleandro con imágenes “recreadas” de su infancia, inicios y madurez interpretativa.

Para mencionar las digresiones que ejecuta en el relato, sesiones de fotos, junto a su actual pareja e hijo, a quién, sólo al llegar al final de la película, se lo presenta como tal, ó, algunos dibujos de la actriz, una faceta poco conocida por el público masivo y a la que Aleandro le ha dedicado, junto con la escritura, gran tiempo de su vida fuera de los reflectores.

Norma Aleandro transita el escenario, se la ve en algunas imágenes de películas suyas con su capacidad interpretativa, y bajo la narración y testimonios de allegados y gente que ha trabajado con ella durante su carrera, sea como actriz, directora, o lo que sea, se configura una semblanza de una artista que ha dejado todo arriba del escenario pero que siempre supo que lo real, para ella y los suyos, transcurría por otro lugar.

Duarte Quin, con las mejores intenciones, se adentra en el universo de la actriz y directora, pero al deslumbrarse olvida su necesidad de concentrar su discurso cinematográfico, y se pierde en enunciados, multiplicación de materiales (a veces no de la mejor calidad, como la entrevista en off y audiovisual a Ricardo Darín) y en la imposibilidad de hablar de cómo el exilio, la dictadura, su vida familiar, forjaron de un talante y una estoicidad inamovible a la actriz, admirada, amada, pero que, lamentablemente, en esta oportunidad, y en este trabajo, no termina de echar luz sobre ella y toca ideas superficialmente sobre la vocación, la profesión, y sobre la imposibilidad de homenajear realmente al objeto de análisis que disparó el trabajo.

4.0
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