Crítica de “Instinto peligroso”, acción purificadora con Scott Eastwood y Mel Gibson

Estamos frente a una clásica película de acción que cumple con todas y cada una de las reglas del género, en donde el protagonista debe redimirse de su oscuro pasado y recuperar a su familia, convirtiéndose en el héroe de la historia.

El protagonista es Dylan (Scott Eastwood), un ex criminal con impulsos violentos, sólo controlados por la medicación y el diálogo constante con el Dr. Alderwood (Mel Gibson), un tipo que, vaso de whisky en mano, le aconseja contenerse. Pero cuando muere su hermano viaja a la Isla Guardián donde su familia corre peligro, al ser acorralada por unos sádicos villanos que buscan un tesoro.

Un film de acción a la vieja usanza, efectivo por la catarsis liberadora que expresa su protagonista, un hombre “atado de pies y manos” ante la necesidad de ejercer violencia para defenderse y defender a los suyos como le sucedía al protagonista de Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge, 2016), película dirigida por el propio Gibson. En aquella cinta el personaje tenia un objetivo puesto en sus convicciones y creencias, mientras que aquí, el héroe trata de ser autorizado para liberar sus demonios y restablecer el orden.

Son los oportunos instantes de comicidad los que permiten a Instinto peligroso (Dangerous, 2022) generar cierto goce por aquello que narra. Scott Eastwood va soltando frases rematadoras como buen héroe de antaño, mientras que el actor de Arma mortal (Lethal Weapon, 1987) se siente cómodo en el papel de doctor -y voz de la conciencia- del héroe atormentado. Gibson arrastra toda la fama construida a su alrededor como un personaje maldito, en una suerte de psicópata pidiéndole serenidad a otro psicópata.

Con estos pasajes de violencia purgatoria, la película dirigida por David Hackl supera su formato de serie B y entrega un placentero entretenimiento de acción que toca la fibra justa en el momento adecuado.