Crítica de “Cerdita”, el bullying hecho pesadilla de Carlota Pereda

El disparador es el mismo: Sara (Laura Galán) se mete en la piscina en soledad sin darse cuenta que sus compañeras están al acecho. Ellas la humillan y le roban la ropa. Un corpulento y extraño hombre sale misteriosamente de la pileta y se va en su camioneta blanca. En la ruta Sara se cruza nuevamente con él y ve a sus compañeras secuestradas dentro del vehículo.

La película española que pasó por Sundance plantea la idea central del corto (que está calcada en el film de 2022) y la desarrolla desde el género de terror. Esto le da demasiadas explicaciones , algunas innecesarias, a la propuesta original.

Aparece la familia de Sara que trabaja en una carnicería con las reses de cerdos colgadas. El tratamiento de la carne en el comercio sigue la lógica utilizada en los secuestros por el extraño personaje masculino. Cuerpos desmembrados en clave slasher, trasladados, puestos en exhibición. La sangre es sufrimiento del animal y del bullying de la protagonista.

En tiempos de desarrollo sexual aparece también la atracción sexual como el otro elemento del relato. La relación añorada de Sara con los chicos de su edad, y el extraño vínculo con el hombre -ahora apuesto- de los secuestros. Ser deseada y requerida genera el otro condimento de este largometraje y agrega dudas al accionar de la protagonista. Elementos que le dan mayores espesores a la trama para construir la fábula de terror.

Pero también, ideas como la venganza o la justicia divina, que quedaban abiertas a interpretación ahora están reafirmadas. Y esto tiene que ver con la estructura del género de terror que, desde las reglas y códigos del slasher y del serial killer, requiere un cierre dramático que el corto no tiene necesidad de tener.

En Cerdita (2022) estamos ante un clásico cine de terror, en donde la representación de los mayores deseos y temores surgidos del bullying pueden materializarse en una sangrienta catarsis liberadora.

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