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Crítica de "La matanza de Texas", una película irredimiblemente pésima

No hay nadie a quién querer dentro del elenco de influencers engreídos ni nada a qué temerle en un film que ni siquiera sabe cómo usar o mostrar de manera efectiva a su psicópata estrella.

lunes 21 de febrero de 2022

La idea, similar a la reciente Halloween (2017), es borrar el historial de secuelas mediocres que han embrujado la serie y continuar la historia del film original como si nada. Pero la película de David Blue Garcia no hace nada interesante o significativo con los 50 años que la deparan del clásico de culto de 1974 dirigido por Tobe Hooper. Reinventa tantas cosas y crea tantas paradojas que es más fácil considerarlo otro remake más y arrojarlo a la pila.

Regresa Sally Hardesty, otrora interpretada por Marilyn Burns y ahora encarnada por Olwen Fouéré. El parecido es decente pero la presencia de la única sobreviviente del film original es más que nada anecdótica y su participación es de lo más ignominiosa. El plato principal son los susodichos zoomers, que llegan a un pueblito texano que acaban de comprar (¿con qué dinero?) con el objeto de modernizarlo y subastarlo.

A modo de introducción estas personas empiezan por traspasar una vivienda, vandalizarla, agredir a la anciana ocupante y esencialmente matarla en el proceso de desalojarla. Lo único que querían los pobres diablos de la original era combustible. Ante este casus belli aparece Leatherface, que aparentemente no ha envejecido en 50 años. El guión transforma al psicótico caníbal de la motosierra en un ángel guardián respondiendo al ultraje generacional que sufre su pueblo, matando gente desagradable de manera que no crea tensión en escenas que no asustan.

Garcia no tiene idea cómo fotografiar a Leatherface. Lo revela en los primeros minutos de La matanza de Texas (Texas Chainsaw Massacre, 2022), despojado de su máscara y su mística, un personaje más en una serie de planos compuestos que banalizan su presencia. Cuando finalmente se cobra un nuevo rostro de piel humana la película empieza a inventar formas cómicas de encuadrarlo. Por ejemplo: asomando la cabeza en un campo de girasoles como un animalito de las praderas y surgiendo de una fosa de agua con la propulsión de un delfín entrenado.

Ni siquiera el pueblo texano se ve convincente. Parece lo que es: un set prefabricado, construido rápido y barato en Bulgaria. Nada más alejado de la tétrica marchitez de la casa del film original, una de las viviendas más espantosas y creíblemente habitadas del género. No sólo por el horror del descubrimiento de todos esos huesos, plumas, ganchos y piel disecada pero también por la delicadeza artesanal con la que se los había inculcado en el hogar y la horrenda realización de que tal sitio podría ser referido como un hogar.

La versión de 2022 se interesa más por la matanza del título, más sangrienta y copiosa que otras versiones, pero contado medio en chiste y sin ganas. No tiene tiempo para el horror o el suspenso. El colmo es una escena en la que una manada de influencers blande sus celulares ante Leatherface, amenazando con cancelarlo en redes sociales si continúa decapitando gente. Habiendo bajado las cartas, la película muestra que en realidad es una sátira; o bien quiere ser una cuando crezca. Por suerte no dura mucho más.

1.0
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