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Crítica de "Médico de noche", Elie Wajeman y el carfentanilo

Elie Wajeman explora la actividad nocturna de un médico cuya vida es un auténtico desastre.

Crítica de "Médico de noche", Elie Wajeman y el carfentanilo
Correcamara - EscribiendoCine
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El galeno, de nombre Mikäel (Vincent Macaigne), trabaja de noche atendiendo urgencias, pero también a desamparados, personas básicamente adictas a las drogas. Su vocación es incuestionable. El problema es que tiene como actividad paralela el despachar recetas con un medicamento controlado para tratar adicciones, Subutex, y así ayudar a su primo Dimitri (Pio Marmaï), que es dueño de una farmacia y está metido en problemas de deudas. El detalle está en que las prescripciones son vendidas por el primo en el mercado negro.

La vida de Mikäel se debate entre su compromiso moral con sus pacientes, el asunto de las recetas y la desatención a su familia compuesta por sus dos pequeñas y simpáticas hijas, y por su esposa Sacha (Sarah Le Picard), quien le reclama fuertemente su actividad nocturna que le absorbe casi todo el tiempo. Para rematar, el médico se complica la existencia al mantener una relación amorosa con Sofía (Sara Giraudeau) que es empleada y novia de Dimitrï.

Evidentemente esta historia es atractiva porque plantea la curiosidad de saber qué camino y decisiones, en un tono de thriller, ha de tomar Mikäel ante tantas problemáticas que él mismo se ha buscado, pues tiene que actuar para no caer ante la mafia de los fármacos controlados y para redimirse ante su familia. Se aprecia así, en una noche, la decisión de escapar de sí mismo y de las tentaciones que lo debilitan poco a poco. Y se entiende por qué cayó en un abismo: porque su disposición no se extingue aun en las más apremiantes situaciones, como salvar a una joven adicta de 18 años enredada con los mafiosos, porque quiere al mequetrefe de su primo y porque Sofía es un excelente partido para un hombre de 40 años.

La situación planteada en Médico de noche (Médecin de nuit, 2020) debe entenderse en un contexto actual. Las adicciones se han disparado y los estímulos han crecido en número; es decir, la aparición y creación de variadas sustancias han generado otras tantas dependencias; el compromiso y la ansiedad individual y social igualmente se han agudizado. De hecho, durante esa noche tortuosa, a Mikäel le toca atender a dos pacientes con molestias originadas por la ansiedad, misma que él aparentemente padece. “Son tiempos duros”, le había comentado un adicto horas antes, cuando fue a recoger una receta. Además, el gobierno ya está encima de él a través de una supervisora médica. Ante este enredo pues sólo quedan los sentimientos, de los que confusamente intenta asirse Mikäel, y no mucho más.

Llama la atención igualmente cómo se puede disponer de un médico hoy en día, tal como se puede encargar comida: se baja una aplicación al teléfono inteligente y listo. Inteligente también lo es el guion a cargo del mismo director Wajeman en conjunto con Agnès Feuvre, así mismo el manejo de atmósferas desquiciantes por medio del contraste del color cuando las cosas se ponen difíciles para nuestro doctor en las calles, en la farmacia, en las fiestas o en los antros.

 

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