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Crítica de “Rifkin’s Festival”, el turismo cinematográfico de Woody Allen

La película del realizador neoyorkino filmada en San Sebastián durante el festival de cine hace un repaso por los ‘clásicos europeos’ para abordar nuevamente el conflicto existencial de pareja tan recurrente en su filmografía.

miércoles 19 de enero de 2022

Rifkin’s festival (2020) es otra interesante vuelta de tuerca que Woody Allen le da a su ya clásico relato de crisis amorosa. En esta oportunidad es Mort Rifkin (Wallace Shawn, Melinda Melinda), un ex profesor de cine quien viaja al evento cinematográfico vasco para acompañar a su mujer Sue (Gina Gershon) que se dedica a la publicidad del último film de la joven promesa Philippe (Louis Garrel). 

Entre celos y el intento de hacer una pretensiosa novela, el neurótico e hipocondríaco protagonista -álter ego de Allen- asiste al médico y mantiene un platónico romance con la doctora Jo Rojas (Elena Anaya).

A la manera de las simpáticas comedias de Allen, Rifkin’s festival hace un recorrido turístico por la bella ciudad de San Sebastián, fotografiada con estilo idílico por Vittorio Storaro como en Café Society (2016), La rueda de la maravilla (Wonder Wheel, 2017) y Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019).

El recorrido al igual que en sus otros films europeos, le sirve para describir la ciudad mientras narra la aventura amorosa del personaje principal y la posterior crisis con su pareja, aunque también para recrear escenas de los clásicos del cine europeo que van desde 8 y 1/2 de Fellini, El ángel exterminador de Buñuel, Persona de Ingmar Bergman, Jules et Jim de Truffaut y hasta El séptimo sello, también de Bergman.

La cámara se tiñe de blanco y negro y entramos en esa dimensión cinematográfico que rinde homenaje -y parodia al mismo tiempo- a las emblemáticas películas. Esa añoranza por el cine de antaño se contrapone con la frivolidad y glamour del evento cinematográfico anclado en el artista en ascenso -y de dudoso talento- que promueve su mujer, y que el protagonista desprecia.

Con estos elementos autorreferenciales respecto a la historia del cine y su propia obra, Woody Allen entrega otra agradable película que no tiene otra pretensión que seguir buceando con coloridos paisajes y melancólicas referencias, por sus propias inquietudes como artista: la irracionalidad del amor y el sentido de la vida.

7.0
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