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Crítica de “Un buen día en el vecindario”, Tom Hanks y el juego de la representación

“Un buen día en el vecindario” (A Beautiful day in the neighborhood, 2019), que pese a la nominación al Oscar para Tom Hanks no tuvo estreno comercial en cines argentinos, se sostiene sobre el poder de la representación como vehículo para modificar el mundo real. La catarsis de la que hablaba Aristóteles en la Poética.

sábado 15 de enero de 2022

Esto es lo que le sucede a Lloyd Vogel (Matthew Rhys) cuando le asignan escribir un artículo sobre el héroe nacional Fred Rogers (Tom Hanks), en medio de una crisis personal. Su reciente rol como padre lo enfrenta a los conflictos con su progenitor (Chris Cooper), quien abandonara a su familia cuando él era un niño.

Rogers, quien dedicó su vida a un programa de televisión en el que intentaba que los niños pudieran manejar sus emociones, se convierte en una especie de psicólogo no solicitado de Vogel, obligándolo a enfrentar y transformar esa ira que lo consume. Para que la película funcione, el sistema de estrellas de Hollywood es imprescindible. Si bien Hanks interpreta a un personaje de la vida real nunca dejamos de ver al actor, a quien creemos conocer como alguien bueno, dulce, gracioso, carismático (porque esos son los roles que suele interpretar). El poder de la ficción es tal, que creemos que Tom Hanks es en su vida cotidiana como los roles que representa. Sobre esta base de unión entre realidad y ficción el film construye su relato.

Vogel, un escritor escéptico que se forjó una reputación como develador de falsedades, encara su asignación en esa dirección: desenmascarar al hombre real tras el mito del Sr. Rogers. Pero se encuentra con alguien extraordinario, alguien que cree su propio personaje, y que tiene la habilidad de transformar la cotidianeidad de aquellas personas que cruzan su camino.

Marielle Heller construye de manera sutil pero efectiva un andamiaje permanente en el que ficción y realidad se unen: desde la textura de la imagen en las recreaciones del programa de televisión, hasta la maqueta que funciona como transición cada vez que los personajes se desplazan de una ciudad a otra (de Pittsburgh a Nueva York). Esos elementos visuales que claramente son no-reales de alguna manera van ganando entidad y modifican nuestra percepción de la realidad, como lo demuestra la escena cuasi surrealista, en que Vogel cree ver a Rogers y comienza a perseguirlo, se toma un micro y sueña/delira que se convierte en una de las marionetas que el señor Rogers utiliza en su show. Ese momento es crucial para el personaje, porque es a través de esa no-realidad que comienza a modificar sus conductas.

Otro elemento fundamental es la música, que tiene la capacidad de comunión y comunicación universal, y que el personaje de Rogers utiliza permanentemente. Así, la película nos habla de muchas formas de representación: la escritura, la música, los títeres, la televisión…y por inferencia, entendemos que el cine, todos vehículos para pensar los problemas más inherentemente humanos. Por eso, no es casual que la película elija hablar de la relación entre padres e hijos, como ese vínculo conflictivo que nos forja desde la niñez, para bien o para mal, en las personas que somos.

8.0
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