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Crítica de “Drive my car”, el melancólico film de Ryûsuke Hamaguchi basado en el cuento de Haruki Murakami

El realizador japonés de "Happy Hour" y "Asako I & II" cuenta la historia de un grupo de personajes atormentados en esta película basada en un cuento del escritor Haruki Murakami.

lunes 18 de marzo de 2024

Yusuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima) y su esposa Oto (Reika Kirishima) se dedican al teatro. Recitan textos de sus obras en situaciones cotidianas de sus vidas. Un día se entera que su esposa lo engaña con otro actor (Masaki Okada) pero no se lo comunica, siguen con su vida como si nada. El quiebre de la pareja viene de antaño, cuando perdieron una hija. La muerte inesperada de su esposa rompe de manera abrupta la posibilidad de verbalizar el dolor y superar el trauma.

Tiempo después es contratado para una nueva puesta de la obra Tío Vania, de Antón Chéjov, en un teatro de Hiroshima. La compañía lo obliga a tener una chofer llamada Misaki (Toko Miura), con quien traza un vínculo asociado a experiencias dolorosas compartidas.

Ryûsuke Hamaguchi realiza una suerte de road movie sobre el transitar -de manera literal sobre la carretera, pero también metafórica- la pérdida de un ser querido. El pasado tormentoso acosa a los personajes que no pueden superar el trauma. Será el arte en sus múltiples formas (actoral, literaria, poética) el recurso para poder, mediante la representación, exorcizar el dolor.

Las relaciones y el drama interno de sus personajes es la clave de Drive my Car (2021), película presentada en el Festival de Cannes y ganadora del Oscar a mejor película Internacional. El juego con la representación es constante, con las letras grabadas en un cassette por la difunta esposa de Kafuku sobrevolando como un fantasma los viajes en auto.

La mujer chofer también tiene su propio conflicto con la muerte de su madre que promueve el entendimiento con su pasajero. Ambos, opuestos, se encuentran en el sufrimiento y trazan una comprensiva amistad. En otro orden de cosas, el tercer personaje en cuestión (el amante de Oto, la mujer de Kafuku), un joven actor que audiciona para la obra de Chejov que prepara el protagonista, también acarrea la culpa por una muerte evitable. La catarsis artística será fundamental para los personajes, en una película que cuenta con tono solemne los dramas del pasado.

Las conexiones entre la obra de Chejov y el existencialismo, o entre la ciudad de Hiroshima (donde ensayan la obra) y su melancólico pasado atómico, son algunas de las asociaciones que el film establece. El máximo de estos mensajes que subyace el relato está en la elipsis final, que nos traslada a un presente en pandemia, donde se cierra el círculo acerca de la necesidad de superar el dolor apoyándose en un otro.

7.0
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