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Crítica de "El empleado y el patrón", Manuel Nieto Zas entre la culpa y la tensión de clase

El director de "La Perrera" (2006) y "El lugar del hijo" (2013) aborda en su nueva película, cuyo punto de partida es el final de la antecesora, la diferencia de clases a partir de la "cómplice" relación entre un patrón y su empleado.

domingo 08 de mayo de 2022

Estrenada en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, El empleado y el patrón (2021) se centra en la relación que entablan Rodrigo (interpretado por el argentino Nahuel Pérez Biscayart a quien a esta altura uno le cree cualquier personaje), un patrón de estancia, hijo de un acaudalado terrateniente (Jean Pierre Noher), que se ve obligado a contratar de urgencia un nuevo peón para las tareas rurales. Recurre a un viejo conocido, pero este le recomienda a su hijo Carlos (encarnado por Cristian Borges), un muchacho de 18 años, con una hija pequeña, aficionado a los caballos. La cosecha lo obliga a instalarse en el campo, pero un hecho fortuito derivará en una tragedia que afianzará el vínculo de camarería entre el empleado y su patrón. Mientras en ambos entornos familiares estalla una deliberada tensión que colocará a ambos en posiciones incoómodas.

Manuel Nieto Zas aborda la lucha de dos clases sociales opuestas a partir del sentimiento de culpa, un estado que sobrevuela toda la película. Los dos personajes centrales están inmersos en una culpa que los supera. Mediante el empleo justificado de una serie de elipsis y un deliberado fuera de campo, es más importante lo que no se ve y se oye en segundo plano que aquello que se muestra, El empleado y el patrón es un film sugestivo, plagado de miradas y gestos que articulan un relato marcado por una puesta en escena naturalista que pone en crisis los mundos que rodean a ambos protagonistas. La descripción del choque cultural y la construcción del mundo rural en que se envuelven son retratados con una verdad tan ambigua como genuina. La relación entre ambos es verdadera pero también es cierto que cada uno tiene en claro cuál es su lugar en ese mundo.

El empleado y el patrón le escapa al cuento moral y funciona más como un reflejo de dos universos opuestos, signados por mandatos y circunstancias. Lejos de culparlos por sus actos, Nieto Zas los redime de culpa y cargo. La presencia simbólica del caballo blanco en el último tramo del film resignifica un final que, si bien puede parecer cargado de cierta ideología de clase, coloca a ambos personajes en un mismo lugar. El de perdedores.

9.0
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