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Crítica de “Estrella roja”, Sofia Bordenave tras los vestigios de la revolución bolchevique
El segundo largometraje de la realizadora de “La suave noche” indaga a través del libro homónimo de Aleksandr Bogdánov en el legado de la revolución 100 años después.
En 2017 se cumplieron cine años de la Revolución Bolchevique y no hubo acto oficial para rememorarla. Esta curiosidad marca el pulso de un relato que traza puentes entre pasado y presente (y futuro).
El texto de 1908 del científico intelectual Bogdánov sirve de base para la reflexión existencial que propone la película. Katya parte de los fragmentos del libro para contar los inicios de la revolución “fueron las mujeres campesinas quienes empezaron el levantamiento”, afirma en la fría San Petersburgo.
En contrapartida a esta mujer de avanzada edad, aparecen dos adolescentes, Nikita y Karl, deambulando con una cámara por la parte abandonada de Rusia. Entre escombros arqueológicos aparecen las huellas de aquel proceso. Paralelamente ayudan a personas desamparadas en situación de calle, acción que muestra los vestigios del socialismo en las nuevas generaciones.
Estamos ante esas producciones en las que su hermetismo esconde cierto poder. Estrella roja (2021) refería al planeta Marte con su título, aquel horizonte donde el comunismo proyectaba su futuro en el libro de Bogdánov, quien vaticinaba también una utopía que la película busca contrastar con el presente cien años después.
Pero el film de Sofia Bordenave utiliza recursos demasiado solemnes para armar un relato que emula el estilo de India Song (1975) de Marguerite Duras: una voz monótona y omnipresente describe los hechos mientras las imágenes pocas veces producen un juego con lo escuchado. Esta cuestión convierte en una reflexión filosófica/existencialista a la película, que le cuesta conectar con la magnitud del proceso histórico retratado.
