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Crítica de “El rescate: El día de la redención”, una de tiros con Gary Dourdan y Andy García

El debut cinematográfico del realizador Hicham Hajji es una propuesta que mezcla estereotipos del género “secuestro” con dosis de films bélicos.

jueves 11 de noviembre de 2021

Una propuesta filmada con una estética publicitaria, plagada de estereotipos, que resiente absolutamente todo el relato.

En el primer tramo el director Hicham Hajji logra transmitir, con algunas escenas muy logradas, ese encuentro entre nuevos desconocidos, una pareja que se reencuentra luego de meses que uno de ellos (Gary Dourdan) vuelve de la guerra. Así, entre este hombre atormentado por las pesadillas de un conflicto bélico en el que perdió mucho más que su presente, y que sabe que su vida ha cambiado para siempre y su mujer (Serinda Swan), una arqueóloga a la que se le presenta una propuesta única, viajar a Marruecos para liderar unas excavaciones, El rescate: El día de la redención (Redemption Day, 2021), comienza con buen paso.

Los diálogos vívidos, reales, que transmiten con emoción las ideas que tienen que ver con esa pareja que se ama, con una hija adolescente que los idolatra, y que en un punto saben que tienen que apoyarse para avanzar cada uno en sus carreras, rápidamente se desmorona cuando la acción, caprichosamente, nos traslada a Africa, y en donde Kate (Swan), es secuestrada por un grupo de terroristas que entienden que ella es una espía, sin saber realmente quién es.

El rescate: El día de la redención pierde oportunidades cuando se transforma en “una de acción”, principalmente porque el héroe de turno, Dourdan, si bien posee el “físico” que la industria audiovisual heteronormativa y patriarcal exige para este tipo de relatos, no posee el peso específico necesario para llevar adelante el relato, y tampoco Hajji, que no hace otra cosa que emular modelos predecesores de films que podrían ser programados en un continuado de televisión abierta sin muchas expectativas de espectadores.

Dourdan no sabe muy bien qué hacer con su personaje, a diferencia de Swan, ducha en el tema, proveniente de una serie procedimental, a quien Hajji la expone a las peores vejaciones, y en un sinsentido, tras ubicarla frene a esos hechos, siempre la muestra “impecable” en su aspecto.

Para sumar males a este combo aburrido y lamentable, de una propuesta que zozobra y cae en un propio espiral de tedio, aparece Andy García en el rol del embajador en Marruecos, en una caricatura exagerada, haciendo de la hiperbole su actuación, tirando ya por la borda cualquier posibilidad de remontar lo irremontable.

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