En salas - 9 Puntos

Crítica de "Azor", la prudencia y sutileza de Andreas Fontana en un retrato de la dictadura militar

Escrito y dirigido por el suizo Andreas Fontana, con la colaboración de Mariano Llinás, "Azor" (2021) refleja el accionar de la última dictadura argentina sobre las altas esferas económicas de la sociedad.

martes 22 de marzo de 2022

Ubicada en la argentina militar de hace cuatro décadas, Azor (2021) consigue hacer una crítica a las altas esferas de manera muy sutil a través de la historia de Yvan De Wiel (Fabrizio Rongione), un banquero privado de Ginebra que llega al país para reemplazar a su socio, desaparecido de la noche a la mañana. Allí el objetivo es conseguir el dinero de cualquier figura de poder ya sea la iglesia, el ejército o los políticos.

De forma muy ingeniosa se percibe el mensaje feminista, que se aleja de las narraciones que se limitan a poner una capa a una mujer, o de vestirlas con traje y un fajo de billetes bajo el brazo. En el largometraje, se presentan de manera muy diferente a hombres y mujeres, en el caso de los primeros, la actitud que muestran entre ellos es la de dos animales salvajes, dominantes, alfas, que creen que controlan todo y a los que se les simboliza con el leitmotiv de un caballo, un animal poderoso y fuerte.

Por su parte, el de las mujeres es el agua, un fluido que se adapta, son ellas las que mueven la trama y hacen que avance, no los hombres, aunque se les presente en primer plano. De hecho, es la esposa del protagonista, la que explica el título de la película, Azor una palabra de un dialecto diplomático que significa estar callado, tener prudencia, exactamente lo que hacen ellas, ser astutas mientras que los hombres luchan en un plano de batalla que ha cambiado a una oficina con alcohol y tabaco.

Esta idea se percibe en una frase que dice Inés de Wiel (Stéphanie Cléau), "Mi marido y yo somos solo una persona, él", y es que no hace falta que ella esté delante o en primer plano para ser la que teja la telaraña, para que De Wiel se mueva por ella, como una araña segura de que no se va a caer de la red.

Los departamentos de arte, vestuario y foto son uno y generan cohesión a través de un look cinematográfico clásico, a la par que muy acertado, porque va acorde con la época y la sobriedad del tema principal, el poder. La temática y el contexto político conllevan una elección elegante de planos para mostrar una narración correcta, protocolaria, diplomática, en la que independientemente de la situación se mantienen las posturas. Por este motivo las elecciones de los planos son fijos, sin apenas movimiento, sobre el que destaca el tratamiento de la imagen extremadamente cuidada y bella.

El hecho de que el director y el guionista sean la misma persona, dan lugar un resultado redondo, sin ninguna laguna y donde todo está milimetrado, tanto que la película se comprende, aunque se presione el botón de mute. La sutileza, la creatividad, la brillantez de la dirección consiguen crear un largometraje, que no sorprende que haya sido seleccionadp por el Festival de Cine de Berlín, una magnífica lección de lo que debería verse en las pantallas más a menudo.

9.0
Te puede interesar
Últimas noticias
MÁS VISTAS