Basada en el libro de Gabriela Mansilla

Federico Palazzo vuelve al cine con “Yo nena, yo princesa” y la historia de la primera niña trans que logró su DNI

“Me gustaría que desde el punto de vista de la herramienta de cambio que es la ficción, generemos aunque sea el beneficio de la duda sobre si lo que vivimos hasta acá no ha sido un poco equivocado e intentamos que el otro esté feliz”, cuenta en exclusiva a EscribiendoCine.

Federico Palazzo vuelve al cine con “Yo nena, yo princesa” y la historia de la primera niña trans que logró su DNI
Federico Palazzo
Federico Palazzo
miércoles 27 de octubre de 2021

Llevando a la pantalla grande la historia de Luana, niña que logró su identidad a fuerza de lucha y tesón, Federico Palazzo pone su oficio para un relato que trasciende su forma y pone en evidencia aquello que aún tenemos que transitar como sociedad para lograr, verdaderamente, una integración. Eleonora Wexler, Juan Palomino e Isabella G. C. son los protagonistas de un elenco de más de treinta intérpretes.

Una madre comprende que ni médicos ni psicólogos encuentran la causa de los padecimientos de uno de sus hijos mellizos. Desesperada recorre y busca soluciones hasta que descubre que todo se debe a que Manuel no se identifica con el género que le asignaron al nacer. Emprende así una lucha interminable para que sea respetada su identidad de género, ya que es una niña trans.

Se trata de una historia real de amor y de coraje inagotables. Pero también un ensayo y una reflexión profunda y extraordinaria sobre los prejuicios y los saberes instituidos, tan próximos muchas veces a la ignorancia y la infamia con los que nos enfrentamos día a día.

¿Cómo fue introducirse en esta historia tan potente con tanta responsabilidad?
Entendí que para estar a la altura de la circunstancia no sólo tenía que quedarme con lo expuesto en medios y redes, leer el libro de Gabriela Mansilla, donde está todo el relato de los involucrados, sino que tenía que seguir investigando. No me alcanzaba el vastísimo material. Gracias a Gabriela pude meterme en su familia, conocer cosas que no están escritas, sus sensibilidades, sabores, olores, el brillo de sus ojos, entendiendo dónde iba a poner yo mis acentos, porque esto no es un documental, y más allá que tiene la aprobación de la familia, es una adaptación cinematográfica. Allí encontré el punto de tratar de lograr que la película tuviera los elementos para transitar esa búsqueda de identidad, que es lo más sagrado que tenemos los seres humanos, la identidad.

¿Fue complicado encontrar a quienes te iban a acompañar en el proceso?
Fue un proceso muy angelado en muchos aspectos, porque haber encontrado a las personas indicadas, tal vez fue tan profundo todo, que las personas terminaron encontrándonos a nosotros, y no sólo en lo técnico, en la música, edición, fundamentales para terminar la tarea de un director, sino también los actores, que tienen una búsqueda compulsiva por la verdad, en la interpretación, en lo que nos rodea, en lo que fui a buscar en esa familia. Así fue como que cuando terminé de encontrar el tono de la película, terminamos de encontrar con la producción a los actores. Uno de los hallazgos más importantes, además de Eleonora Wexler, que hizo una tarea a mi criterio para la mesa de luz, enorme, verdadera, se expuso, hizo una auténtica tarea de composición, y luego de ella había que encontrar alguien que pudiera hacer la sinergia entre madre e hija, había que encontrar esa nena, y que cualquier producción iría por los espacios habituales, de una infancia que sea histriónica y guste actuar, aprobada por la voz de su padre, pero decidí someter mi búsqueda a los lugares en donde la verdad estuviera más cercana. Así encontramos a Isabella, una niña trans, el talento, la identidad, que en una enorme medida recorrió la experiencia de Luana, que es un emblema de la comunidad travesti trans, y ella, también con su autopercepción temprana, logramos trabajar con ella para dónde ir por la tarea actoral, para que el espíritu lúdico no se pierda y podamos tocar la profundidad dramática que necesitábamos tocar.

Isabellla por momentos se para frente a Eleonora como par, logrando una interpretación increíble…
Eso responde a nuestro trabajo de mesa de ensayos y ella entendió que ella estaba haciendo, con su corta edad, un homenaje a su referente, Luana, y entrar y salir de esa sintonía, de ese lugar honesto. Preguntándole cómo se sentía cuando se le negaba la identidad de cómo era, y ella logró entrar y salir de eso sin que se vulnere su ser, llegando a esas notas increíbles de interpretación. Ella misma me dijo en un encuentro “yo quiero ser actora para que la niñez sea feliz”. Cuando me dijo eso me dijo un universo de cosas, que tienen que ver con la empatía, con un lugar que tenemos que proteger. En lo personal no buscamos aleccionar a nadie y unir, a pesar de las diferencias del que puede pensar distinto, que se lleve una reflexión, sobre lo que implicó esta historia de amor para entender la enorme vastedad que existe en la condición humana.

Esta película es fundacional para construir otras historias diversas…
Esta historia, filmada de esta manera, es la primera vez en el mundo que sucede, no sólo esta autopercepción que sucedió, como lo mismo el reclamo sobre la identidad, que una niña trans sea protagonista de un relato así. Ojalá que sea punta de lanza, porque nuestra intención fue ser honestos, no ser la punta de lanza, no buscamos nunca aleccionar, sino la verdad, sin golpes de efectos, sino golpes de afecto.

Se siente el compromiso y también la búsqueda de dejar una firma autoral, como esa maravillosa escena en donde todas las mujeres que contienen al personaje se ponen a realizar unidas su vestimenta…
Espero que otros tengan esta mirada, porque esos momentos de la película responden a mi intención de subrayar detalles, que desde la poesía permiten viabilizar otras cuestiones, la poesía logra que los grandes dramas se dulcifiquen. Esa unión solidaria de las mujeres es el cuenco en donde se cobijó esta niña, dentro de una familia en donde el padre tuvo otra mirada que no podía soportar, una madre que no sabía qué hacer y que eligió otro camino, el de la escucha, y creo que hoy estamos todos aprendiendo sobre la diversidad de la condición humana. Dar inclusión a la minoridad y la diferencia, de manera muy tardía, siempre a mi criterio, esto es muy subjetivo, pero organizaciones recién en los noventa cancelaron a la homosexualidad como perversión, en los dos mil a la elección transgénero, se está empezando a entender que a nivel biológico no somos binares únicamente, en algunos países hay ley de identidad de género, pero nos queda por delante un territorio de lo cultural, porque no vaya a ser que un día las minorías terminen gobernando a las mayorías, por eso hay que adelantarse, no levantar el dedo y decir cosas, cada uno puede tomar su reflexión.

¿Qué trabajo hiciste con los actores para que lograran interpretaciones tan comprometidas?
Hubo algunas cosas que tuvo que ver con el trabajo de mesa y construcción de vínculos. En el caso de Juan Palomino, que tiene una portación de energía profunda y potente, me hizo entender que hay silencios que construyen, trabajamos cuestiones casi de índole teatral, porque el silencio es violencia, es esperar para dar el zarpazo, y así construimos la paleta de colores de los actores. Los actores han logrado hacer interpretaciones únicas, encarnando sus roles sin que el melodrama y la manera de vivenciarlo, que muchas veces en nuestro territorio es desbordado, lo mismo con la iluminación y la fotografía.

El rodaje fue en pandemia ¿cambió mucho tu trabajo?
El día a día, fue día a día, resignificando la experiencia, porque rodamos todo el tiempo al borde de la experiencia del COVID, con límites de horarios. Fue una experiencia honestamente difícil porque había que transmitir los estremecimientos a los actores desde mi rol y con el barbijo eso era complicado, a veces me retiraba 20 metros para indicar con la cara aquello que no podía hacer en cercanía. El armado del plan de rodaje, con niños, además, permitía que se trabajara con ellos sólo tres horas, y en cine en ese tiempo hacés como mucho una escena sola, por lo que el plan se construyó de manera muy inteligente para que minoridad apruebe todo. Cómo íbamos a hacer un rodaje en donde la minoridad no esté protegida. El equipo trabajó para que todo saliera en tiempo y forma, y los veía llorando de alegría.

¿Con qué te gustaría que se conecte el público?
Primero que nada, cuando en la profesión, además de entretener, lográs un resultado que te transforma desde el punto de vista social en una persona útil, es un coctel muy saludable. Primero me pasa eso. Tuve la oportunidad de conocer una niñez y un universo de gente que está pidiendo un abrazo, y a mí me gustaría que desde el punto de vista de la herramienta de cambio que es la ficción, generemos aunque sea el beneficio de la duda sobre si lo que vivimos hasta acá no ha sido un poco equivocado e intentamos que el otro esté feliz. No puedo sacarme de encima, además, decir que los actores vuelven a convocarme a la ficción y que con ellos, si logramos que se salve alguna vida, la tarea está cumplida. El uno por ciento de la comunidad trans llega a la vejez, el promedio de vida es de 35 años, el 95 por ciento llegan a los 18 años prostituyéndose porque no encuentran dónde sobrevivir, no pueden ir a médicos, a la escuela, a trabajar. Hay que abrazar la diferencia y tal vez por eso están esperando un abrazo, eso es lo que pude aprender en este proceso.

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