Del libro al cine

Opinión: La tercera es la vencida, "Duna" de Villeneuve

Desde que Frank Herbert escribiera “Duna” en 1965 la posibilidad de adaptarla ha sido para muchos el fabuloso El Dorado del cine: la búsqueda se ha vuelto más legendaria que la leyenda que la inspiró.

Opinión: La tercera es la vencida, "Duna" de Villeneuve
jueves 21 de octubre de 2021

El libro en sí es complejísimo, cargado de información pero escaso en descripciones, y a Herbert le resulta más fácil construir mundos que oraciones. Llamó a cineastas como Alejandro Jodorowsky, autor de uno de los films más ambiciosos jamás planeados, y David Lynch, quien dirigió por encargo (y sin derecho al corte final) la versión de 1984.

El documental Jodorowsky’s Dune (2013) conmemora la costosa y accidentada producción de una épica de 14 horas con talentos como Orson Welles, Salvador Dalí y Mick Jagger. El film se ha convertido en una de las notas al pie más llamativas de la historia del cine y ni siquiera existe. Por otro lado la adaptación de Lynch es más que nada famosa por sus defectos e incoherencias, por las interferencias del estudio y unos efectos visuales paupérrimos aún para la época.

La tercera es la vencida. Lo que ha logrado Denis Villeneuve con Duna (2021) es la primera adaptación exitosa del libro, o aunque sea la primera mitad de él (un dato para nada establecido por la campaña publicitaria pero que vale la pena mencionar, considerando que la versión de Lynch cuenta la historia completa en mucho menos tiempo que a Villeneuve le ha tomado contar la mitad). Se toma el tiempo para escenificar un mundo enorme y expansivo, texturado con su propia historia, política y mitología, y con un protagonista diezmado por la inmensidad del relato pero sin perder de foco el hilo narrativo que carga con la emoción de la historia.

El héroe es Paul Atreides (Timothée Chalamet), cuyo arquetípico recorrido y crecimiento ha inspirado incontables aventuras. Paul es un joven noble y eventual figura mesiánica en el epicentro de una pelea entre casas feudales - buenos y malos, esencialmente - por el control del planeta Duna y sus riquezas. Villeneuve y sus coguionistas Jon Spaihts y Eric Roth sintetizan la verborragia del texto original a la vez que agudizan la tragedia de la casa Atreides y la depravación (caricaturizada al punto de la comedia por Lynch) de sus rivales, los Harkonnen.

Villeneuve ama sus tomas panorámicas, secuencias de acción raudas pero meticulosas, momentos de callada introspección y posee una fascinación reverente por la ciencia o la cultura expuesta en cada escena. Siempre describe también un margen poético entorno a sus imágenes más enigmáticas: todos sus films tienen cierta atmósfera fatídica, nunca tan propicia como para la historia de “Duna”, que se construye lentamente entorno a un brutal giro en su segundo acto con la inevitabilidad del teatro griego. Acompañan perfectamente los portentosos bramidos de la banda sonora de Hans Zimmer y la fotografía bella e hipnótica de Greig Fraser.

Tras las excelentes La llegada (Arrival, 2016) y Blade Runner 2049 (2017) el realizador se ha consagrado como uno de los mejores directores de ciencia ficción modernos, capaz de balancear el espectáculo, la intriga y la humanidad de sus historias. Es el mejor director que le podría haber tocado a “Duna”, elevando la historia como sólo el cine puede hacerlo.

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