La directora busca respuestas a través de su familia sobre los años de menemismo

Natalia Labaké reflexiona en “La vida dormida” sobre sus vínculos y la política como forma de vida

“El documental de creación te da esa posibilidad, la de ir encontrando signos y relaciones entre materiales muy diversos. La pregunta siempre fue la misma, pero digamos que se fue engrosando y complejizando a medida que avanzaba”, menciona a EscribiendoCine.

 Natalia Labaké reflexiona en “La vida dormida” sobre sus vínculos y la política como forma de vida
Natalia Labaké
Natalia Labaké
viernes 08 de octubre de 2021

Natalia Labaké, en La vida dormida (2020), que se exhibe los viernes de octubre a las 19 horas en MALBA, a partir de la fuerte pregnancia de la política en su seno familiar, revisita archivos públicos y privados para dar algunas respuestas a sus inquietudes sobre sus vínculos.

¿Cómo surgió la idea de la película?
De una forma desencantada y un poco border del vivir en familia. Como de una violencia contenida a punto de romper. Empecé a filmar porque necesitaba alejarme. No quería dejar de ser parte de la familia pero a la vez no me sentía ni cómoda ni tranquila. Al encontrarme con las grabaciones de mi abuela apareció la película. Entendí que se trataba de un diálogo entre materiales del presente y el pasado y del cruce de dos formas de mirar la vida familiar y la vida pública. Tuve claro desde el inicio que lo interesante era indagar las tensiones entre el poder político patriarcal y la frágil necesidad de hablar y de pertenecer de las mujeres.

¿Cuántas horas de visionado de material de archivo propio y de terceros hubo?
Material filmado por mi abuela 250 horas aproximadamente y material filmado por mí 120 horas.

¿Qué ideas tenías en claro sobre aquello que querías contar sobre tu familia y su vínculo cercano con el poder?
No tenía demasiadas certezas. El documental de creación te da esa posibilidad, la de ir encontrando signos y relaciones entre materiales muy diversos. La pregunta siempre fue la misma, pero digamos que se fue engrosando y complejizando a medida que avanzaba. Al principio era la sensación de que algo estaba mal, como podrido puertas adentro, pero no  sabía bien porqué. Empecé por mí y tía Bibi, que era el caso más exagerado del síntoma y luego me fui dando cuenta que era un síntoma compartido.

¿Aceptaron tus familiares al ser capturados ahora por la cámara?
Si, los que fueron filmados por mi lo tomaron como algo muy natural. No así algunos familiares que aparecían en segundo plano en algunas escenas de archivo.

¿Qué aprendiste sobre tu familia en el proceso de realización del film, que tal vez antes no tenías presente?
Lo que es la derecha peronista. Que las angustias y los miedos se traspasan de manera inconsciente entre generaciones. Que las figuras públicas te delimitan mucho más de lo que imaginaba. Que venimos a este mundo con los residuos de nuestros ancestros y que cada uno carga con su verdad y hay diferencias que son irreconciliables.

¿Cómo vivis el estreno presencial y en el Malba?
Con mucho entusiasmo porque al estreno internacional no pude viajar y por momentos me decepcioné creyendo que la experiencia a sala llena era pura fantasía.

¿Estas trabajando algún nuevo proyecto?
Si, empezando a escribir algo que se le parece un poco a una ficción en la ciudad de Mar del Plata. En un escenario un poco distópico y con una estructura por personajes, como en La vida dormida.

¿Con qué te gustaría que la gente se conecte?
Y… eso es algo muy personal de cada espectador. Sí creo que es una película que te permite entrar por diferentes lugares y que no te dice qué pensar. Me gustaría que la película abra nuevas preguntas, como me sucedió a mí al hacerla.

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