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Crítica de "Una educación parisina", Jean-Paul Civeyrac entre cinefilia y sueños de juventud

Un personal e intimista retrato sobre la juventud, las relaciones, la literatura y el cine es la propuesta que el francés Jean-Paul Civeyrac (Mon Amie Victoria, Ni d’Eve ni d’Adam, Des filles en Noir) ofrece a través de "Una educación parisina" (Mes Provinciales, 2018), película que formó parte de la 68 Berlinale y del BAFICI.

miércoles 29 de septiembre de 2021

Etienne (Andranic Manet) llega a Paris, proveniente de Lyon, para estudiar cine en La Sorbona 8 y así desarrollar sus sueños artísticos. Atrás quedan su amor por la pequeña ciudad de provincia como el que siente por su novia. La ciudad no solo le depara un nuevo estilo de vida sino también nuevas amistades. Entre ellas, Jean-Noël (Gonzague Van Bervesseles), el introspectivo y callado compañero de clase que se enamora platónicamente de él, y Mathías (Corentin Fila), un magnético afrodescendiente, radicalizado y aspirante a cineasta que reniega sobre los gustos del público y no se guarda ninguna crítica frente a los trabajos realizados por sus colegas universitarios. Personaje con el que Étienne siente una terrible y obsesiva fascinación mientras, en paralelo, disfruta de los amoríos de la bella Valentina (Jenna Thiam), su primera compañera de departamento, y Annabelle (Sophie Verbeeck), una efervescente militante que lo introduce en el activismo político.

Fotografiada en un sofisticado blanco y negro que le imprime elegancia y atemporalidad (está ambientada en el París de las dos últimas décadas del siglo pasado pero bien podría suceder en el presente), Una educación parisina se divide como un libro en cuatro capítulos (“Un pequeño castillo de bohemia”, “El iluminado”, “Una chica de fuego”, “El sol negro de la melancolía”) y un epílogo que le permiten a Civeyrac estructurar la evolución (e involución) del personaje a través del periodo de tiempo estudiantil, y lo hace apelando a un relato compuesto por un sinfín de citas cinéfilas (Serguéi Paradjanov, Marlen Kutsiev), discusiones vinculadas al mundo del arte, y referencias literarias (Novalis, Flaubert). Nada que no hayamos visto en películas francesas de Philippe Garrel, Olivier Assayas o Arnaud Desplechin, pero, la diferencia es que en Una educación parisina, cuyo título original Mes Provinciales referencia a la obra homónima de Blaise Pascal, todo ese bagaje intelectual no ahoga la trama, sino que funciona como complemento para que pueda tomar otras bifurcaciones, abrirse hacia otros temas, caminos mucho más sustanciales y complejos narrativamente.

Civeyrac ofrece una historia hipnótica, que como Etienne va mutando a través del tiempo. Ni el peronaje ni la película son los mismos después de los 135 minutos de metraje, y ese cambio es producto de un director capaz de tomar las decisiones correctas a través de una feroz puesta en escena, un pulso narrativo al que nunca la tiembla la mano y un agudo desarrollo de sus personajes. Sin concesiones, pero con una mirada romántica y melancólica.

8.0
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