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Crítica de “Je suis Karl” o el ascenso de la ultraderecha con Javier Milei en versión europea

“Je suis Karl” (2021), presentada en la última Berlinale y dirigida por el alemán Christian Schwochow, ahonda en un tema de suma actualidad tanto en Argentina, Latinoamérica como Europa: el auge de movimientos de ultraderecha entre la juventud.

Crítica de “Je suis Karl” o el ascenso de la ultraderecha con Javier Milei en versión europea
lunes 27 de septiembre de 2021

Maxi es una joven alemana de 20 años cuyos padres ayudan a inmigrantes para que puedan atravesar la frontera y radicarse en el país. Pero todo cambia cuando en un atentado mueren, entre otros, la madre y sus dos pequeños hermanos gemelos. Maxi es seducida por el carismático y sensual líder de un grupo fascista para que pase a integrar sus filas, sin siquiera sospechar que fue él en persona el responsable de esas muertes.

Schwochow, director de algunos capítulos de la serie The Crown, retrata por un lado a un grupo de aspirantes a líderes republicanos de clase media acomodada, vestidos con ropa de grandes marcas, estudios universitarios y que se mueven en entornos similares a los de las charlas TED. Ya no son cabezas rapadas, sino hipsters que hablan varios idiomas y llegan al público joven a través de las redes sociales. Entre ellos está Karl, el narcisista responsable del atentado, que se aprovecha de la vulnerabilidad de Maxi para radicalizarla, sumarla a sus huestes y sacar tajada política de esa incorporación a través de un discurso que promueve la xenofobia, el nacionalismo y la defensa de la libertad. Maxi es utilizada como víctima, una carnada para captar más adeptos. Mientras que, por el otro lado, se muestra a los seguidores, jóvenes en “rebeldía” y desencantados del sistema gobernante, obnubilados ante sus carismáticos líderes gritones, incapaces de debatir o cuestionar "las ideas" que ellos imponen, y a los que siguen como un rebaño a su pastor.

Je suis Karl, no es una gran película desde lo formal y narrativo. Con muchos lugares comunes deja de lado la sutileza por los excesos visuales y musicales, pero cobra fuerza al proponer una relectura de las ideas que se predican desde ciertos sectores políticos y mediáticos actuales a través de la construcción de una distopía en tiempo real.

Los paralelismos con la realidad son efectivos y efectistas, sobre todo porque si bien la acción sucede en Europa, la historia no puede dejar de asociarse al crecimiento que en la ciudad de Buenos Aires tuvieron los partidos políticos encabezados por personajes radicalizados como Javier Milei, 
Patricia Bullrich, José Luis Espert o Ricardo López Murhy, entre otros, a partir de discursos reaccionarios, la carencia de ideas y las metodologías confrontativas frente a un electorado desilusionado que es seducido por una imagen teñida de una modernidad anacrónica, inclusión que en realidad excluye,  y una falsa “conciencia social” que transmiten los líderes fascistas que reniegan de la misma casta a la que pertenecen y de un sistema que ellos mismos manipulan para sus intereses personales.

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