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Crítica de “Prisoners of the Ghostland” de Sion Sono con Nicolas Cage, dos potencias se saludan
El surrealista director japonés de “El club de las suicidas” dirige un proyecto excesivo que sólo Nicolas Cage puede protagonizar.
Ghostland: Tierra sin ley (Prisioners of the Ghostland, 2021) es de esas películas imposibles, fascinante los primeros 10 minutos y abandonadas a los 20. Sus excesos visuales y efectos resultan increíbles pero a la vez abrumadores.
La historia es sencilla. Nicolas Cage es un ladrón de bancos condenado al que envían a Ghostland, una ciudad pos apocalíptica muy al estilo Mad Max (1979) de la que nadie pudo escaparse. De allí tiene que rescatar a Bernice (Sofía Boutella) y traerla de vuelta a una suerte de pueblito mitad western mitad barrio samurai, comandado por El Gobernador (Bill Moseley). Cage debe rescatar a la chica y salvar al pueblo. Por eso su nombre es Héroe.
De mas está decir que a Sion Sono, director nipón recurrente en festivales de cine, poco le importa la historia que cuenta. La piensa como una estructura a la que hay que rellenar de texturas, objetos, elementos pop. Así queda plasmado en este delirio neo-noir, improbable espectáculo espectacular con nada más ni nada menos que Cage.
El actor de Infierno al volante (Drive Angry, 2011) pone su rostro a proyectos imposibles. Prisoners of the Ghostland no es la excepción. En todos sus films tiene una o dos escenas con dosis de humor, una marca a esta altura. Aquí va vestido en un traje de cuero con bombas que se detonan ante un ataque de ira. Una de ellas le hace estallar un testículo. “No pensé que iba a estar acá, hablándoles, sin un brazo y sin un testículo”, dice en un momento.
Mas allá de su agotadora propuesta, Prisoners of the Ghostland es una película que los cinéfilos tenemos que agradecer. Es una mezcla imposible, fallida, que vale solo por haberse realizado. Los extremos se juntan y el resultado es un pastiche difícil de digerir, aunque contenga algunos momentos alucinantes.
